Ciertamente, no impresiona. Alina Sanz Rizo no destaca por sus cuádriceps. Tampoco por los músculos isquiotibiales, aductores y abductores en el interior y exterior de los muslos, aun menos por los músculos del pecho, la espalda y el hombro. Pero cuando sube a la pista de bádminton se viste con otra piel y su cuerpo le entrega cuanto le pide.
“Mi fortaleza sobre la cancha es la técnica… y la mentalidad, para contrarrestar la falta de físico. Además, realizo entrenamientos reforzados con el objetivo de dar el doble durante el juego. Cuando un atleta está cansado debe entregarse más; es cuando mejor debe jugar”.
Esta jovencita artemiseña se abrió paso a fuerza de voluntad, hasta ganarse un puesto en el equipo nacional.
Sigue cada competencia, sobre todo a Carolina Marín, sus movimientos, su técnica… La deportista española acabó con la superioridad asiática en el bádminton; ¡hasta superó la rotura del ligamento cruzado anterior y de los dos meniscos de su rodilla izquierda! De modo que Alina se pone en su piel y sale a desafiar imposibles.
Los días que todo sale bien no valen, porque en un partido no sucede así: le obliga a pelearse incluso consigo misma para lograr la victoria. Cuando el juego se pone áspero y le exige un esfuerzo extra, ese es el verdadero regalo, el que la hace lucir piel de campeona.
“Comencé en el bádminton a los diez años. Desde que lo vi, me llamó la atención. Probé primero el atletismo. En segundo grado ya andaba entre raquetas y volantes, como un hobby, pero a medida que lo jugaba me iba gustando.
“Entonces, conocí al entrenador René Camerota, y seguí entrenando con él; ya en quinto empecé a hacerlo como algo oficial. Para mí el bádminton requiere mucha agilidad, movimiento y a la vez emplear la mente. Es pasión”.
Se trata de colocar el volante en la zona de mayor complejidad y en las peores condiciones posibles para que el adversario no consiga devolverlo.
Hace falta destreza, resistencia, flexibilidad, velocidad para desplazarse y golpear con rapidez, agilidad para jugar y reaccionar de manera hábil… y potencia al rematar, con la fuerza explosiva que liberan las extremidades.
“Me lleva a buscar oportunidades donde otras ven aprietos para triunfar sobre la pista”.
Alina sueña con ser la primera raqueta del equipo nacional, tener buenos resultados a nivel internacional y ser reconocida por eso. Así que no pierde tiempo.
“Cuando estoy con mis compañeros del equipo nacional, entreno con ellos a diario. En las vacaciones, continúo con los muchachos de Artemisa; trabajo el físico y vengo a la Eide a ejercitar la técnica”.
Sus amigos están muy contentos de ver hasta donde ha llegado con tanto empeño, principalmente uno de los más cercanos: su papá.
“Le encantan los deportes. Al ver mi inclinación hacia el bádminton y que tenía oportunidad de avanzar, me alentó. Se ha convertido en mi segundo entrenador, o el primero, porque está siempre presente; me ayuda, me da consejos, hablamos sobre el día siguiente, y es quien más me apoya”.
Sin dudas, está muy orgulloso de ella. Sabe que esa muchachita menuda y sencilla cambia de piel… y emerge entonces una atleta capaz de vencer al más poderoso rival.