Hay hazañas irrepetibles. Hay colosos que valen un partido de béisbol. Otros llevan su nombre a los libros cien veces. Pero en Cuba solo hay uno capaz de salvar 300 juegos para que su equipo sostenga la victoria. Ese es José, el Ángel de los Cazadores, “El Barbero de Guanajay”… el “Chincha”.
Los inicios son inciertos. Estadísticos e historiadores guardarán la fecha de su primer cierre exitoso. Muy pocos se acordarán cómo fue. Tampoco recordarán el segundo ni el tercero. Sin embargo, se tornó habitual que el número 99 convirtiera en cero las esperanzas del adversario.
No bastó siquiera ser el principal aliado de los pícheres abridores o relevistas intermedios, necesitados de quien defendiera su triunfo al final del encuentro. Nadie como él para proteger un resultado.
Aun así, durante mucho tiempo le fue esquiva la selección nacional.
La vida está llena de paradojas: lo llamaron a vestir el uniforme con las cuatro letras de su país, al Premier-12 en el año 2015 y al IV Clásico Mundial en 2017, así como las nóminas de Ciego de Ávila y Granma a las series del Caribe de 2016 y 2017… cuando ya no tenía la velocidad de antaño, tras casi 20 temporadas.
Hubo de suplir las más de 90 millas por hora que tiraba antes, con maña, experiencia y control.
Al arribar a la marca de 100 juegos salvados, entraba a un grupo muy selecto. Al alcanzar los 200, se blindaba ante el pinero Danny Aguilera (149), el cienfueguero Duniel Ibarra (124), el villaclareño Yolexis Ulacia (122) y el pinareño Orestes González (101), ya retirados del béisbol.
Solo que este 24 de marzo, en el estadio Nelson Fernández, de Mayabeque, el veterano serpentinero llegó a los 300, un límite para otra época: entre los taponeros activos, su más aventajado perseguidor es el espirituano Yanielquis Duardo, con apenas 80 rescates.
Con 26 campañas y 43 años de edad, ¿quién le dice al Barbero que no vale mirar hacia atrás? Si la batalla de las Termópilas, esa del rey Léonidas y los 300 espartanos que lucharon a muerte contra el emperador Jerjes y los persas, constituye un hito de valor y sacrificio ante las adversidades, muy similar ha sido el camino del “Chincha”.
Hasta hace muy poco parecía imposible este nuevo récord, aun a solo tres salvados de distancia. Al menos, eso se escuchaba en continuos debates de aficionados y expertos. José Ángel García sí confiaba, y Yulieski González también; su afán se refleja en esta hazaña.
Ahora no hay más presión para el mítico cerrador artemiseño, el de los 115 salvamentos para el otrora Habana y los 134 para los Cazadores, el de los 781 juegos lanzados (774 en función de relevo), las 82 victorias y 1 253 ponches en 1 265 entradas y un tercio.
Ya puede pensar en el retiro, con su marca inalcanzable y sus medallas de oro con Habaneros en la Superliga de 2002 y con los Vaqueros del Habana en la Serie Nacional de 2009. O puede seguir ampliando ese límite hasta donde no llega ni la imaginación.
Hay hazañas irrepetibles. Hay colosos que valen por 300 juegos de béisbol.