Llegar en medio de un matutino especial a este centro de asistencia pediátrica, ya revela el entusiasmo de su colectivo y la dinámica grupal por un buen ambiente laboral.
En esta ocasión se reconocía como servicios y departamentos destacados a Farmacia, Recursos Humanos y Cuerpo de Guardia. Ya se va haciendo habitual ponderar la calidad del trabajo periódicamente.
En un lugar donde la enfermedad de los niños es lo típico, y el remedio a las dolencias el propósito hay madres, médicos, enfermeras, laboratoristas, personas frente a la cocina, otras frente al público, algunas tras una mesa con cifras, datos o documentos, personas con pasillos y salas por limpiar, con tareas demasiado serias. Todas ellas con problemas y familias en casa, preocupaciones y emociones dentro, con una sociedad, un país y un mundo afuera.
Historias terapia adentro
Kenythay Galbán López, con dos meses de nacido, ha vuelto a la vida en este sitio. La doctora que ahora lo mima como si lo sintiera suyo, ya puede contar más tranquila cómo ha sido el proceso de Keny, en el servicio de cuidados intensivos.
“Este bebé ingresó con nosotros con apenas un mes recién cumplido; fue un niño prematuro, con un cuadro de convulsión, o sea una infección neurológica que requirió ventilación, con una estadía hospitalaria muy prolongada en el servicio”, explica Liz Yenis Torres Álvarez, especialista en terapia intensiva pediátrica.
Y agrega la doctora Liz que múltiples complicaciones (neumonía, atelectasia, convulsiones), ya quedaron atrás. “En este minuto se encuentra recuperado, cumpliendo tratamiento y esperando mejorar de manera óptima para salir del servicio”.
Ella vuelve sobre la experiencia y precisa: “Ha sido muy complejo, sobre todo por su edad biológica, prácticamente un neonato. Las tantas complicaciones aparecen producto de su misma inmadurez; realmente lo vimos muy mal cuando llegó, hizo dos paradas respiratorias, era prácticamente imposible que saliera de ese cuadro y sin embargo, se ha recuperado bastante bien y nos satisface”.
El servicio de la terapia intensiva tiene seis años de fundado, cuenta con siete camas y criterios de ingreso rigurosamente establecidos. Hay un equipo de cinco especialistas trabajando y en el caso de la enfermería, se rota para que hayan unos seis enfermeros por cada turno; así tienen estos pacientes marcada atención.
Este día fuimos también testigos de las gestiones para trasladar desde el Hospital Comandante Pinares, de San Cristóbal, el carbón activado necesario en el tratamiento de otra niña grave, porque ya se agotaba el disponible; la buena noticia es que hay personas dispuestas a hacerlo.
Experiencia como aporte a la causa de la salud
En Emergencias, la enfermera Sara Caridad López, está entre los que tienen mucho que contar en el José Ramón Martínez.
“Yo trabajo en este hospital desde el año 1982, en agosto cumpliré 42 años de labor aquí. Trabajé mucho tiempo en neonatología, lo que más me gusta hacer y lo que estudié en La Habana, en el hospital William Soler.
Cuando el José Ramón Martínez pasó a ser el pediátrico provincial ya no contamos con servicio de neonatología, por eso pasé a ser la jefa de enfermeras de todo el centro”. Pero a Sara los designios de la vida la llevaron otra vez directamente a la asistencia y confiesa: “vine a este servicio y me gustó, tuve que prepararme mucho con ayuda de mis muchachitas, así les digo cariñosamente. Aprendí de todo con mis compañeras de trabajo. Es un reto para nada fácil, pero cuando viene un niño grave o que requiera la atención de nosotros y después lo vemos irse por sus propios pies o en los brazos de su madre, ya eso para una es lo más gratificante del mundo”.
Otra de las más experimentadas en la institución, Virginia Rodríguez Calderín, técnica de banco de sangre y transfusiones, le ha dedicado 47 años de su vida a este lugar: “Ya yo me jubilé, pero me reincorporé enseguida, porque me gusta mi trabajo, es sensible, con los niñitos que están en la terapia. Además, esta es como mi casa”
Soluciones sabrosas y sanas
En el área de la cocina comedor hace días el intercambio con Omaira Scott Alfaro, la Mayi de Carambola y muy conocida como promotora socio-cultural de las montañas candelarienses, aporta al componente clave de la nutrición. Ante la crisis nacional con la harina de trigo, el pan de boniato y otras recetas sanas y sostenibles, propuestas por esta investigadora, se ponen en práctica.
“Me lo tomo como una gran tarea; hay un grupo de trabajadores, de niños ingresados, de padres, personas esperando cómo resolver los problemas, y en algún momento alguien sugirió a la directora de este hospital que me buscara. Ella llegó a mi casa con su equipo de trabajo a ver cómo podían hacer el pan de boniato y de ahí surgió la idea de elaborar aquí otras recetas”.
Mayi, dueña de tantas tradiciones culinarias, asegura que es momento de unirse, de no guardar lo que uno sepa hacer. Esto empezó muy serio, porque cuando la directora Sahírys llegó a mi casa, fue con cocinera, con nutricionista, con todo el que se iba a enrolar, ya fuera desde la elaboración como desde la gestión. Es un trabajo de equipo y así lo hemos asumido”.
El día de nuestra visita parecieron juntarse muchas cosas especiales. La empresa Richmeat, de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, llegó para entregar una donación de productos cárnicos al centro: 1 000 kilogramos de salchichas y cinco de carne de cerdo, que se agradecen siempre, más, en tiempos de escaseces.
La gente que suma al bienestar colectivo marca la diferencia. Hacer por los otros debe ser motiva- ción constante, aquí, en la Cuba donde la familia y la salud resultan sagradas.