A la vera de la hermosa Bahía de La Habana, justo el sitio donde comienza la historia contada en La mordedura, aconteció hace poco la presentación de la novela de Elena Milián Salaberri, una de las propuestas de Unicornio para la XXXII Feria Internacional del Libro.
Singular coincidencia otorga a la obra una dosis de realismo ¿mágico?, otra más, de las ya impregnadas a sus páginas por la periodista y narradora sancristobalense, contagiada, a todas luces, con la prosa garciamarquiana, máxima referencia de esa corriente literaria auténticamente latinoamericana. El puerto habanero y sus zonas adyacentes constituye lugar icónico en este libro, en tanto fungió durante mucho tiempo, como principal punto de acceso a una Isla marcada por el trasiego de personas venidas de casi todas las latitudes; ese fenómeno migratorio -no solo hacia dentro- y el mestizaje derivado de él, son temas preponderantes en la narración.
Mas, ese es solo uno de los elementos representativos de esta novela, colmada de un simbolismo evidenciado desde el propio título, que alude a algo más que una mordedura de… ya lo revela la imagen impactante de portada. El devenir de una familia de vascos asentados en Cuba desde finales del siglo XIX -incluyendo varias generaciones hasta llegar a nuestros días- aparece contado en orden cronológico, con manejo de la retrospectiva y cierto modo reiterativo y circular que refuerza ideas claves del relato.
“La mordedura está escrita en una prosa que fluye, se inocula bajo la piel del lector, de la mano de alguien que nos demuestra su dominio de la comunicación a través de la palabra; alguien que sabe combinar el lenguaje sosegado, el paseo por la trama, con los golpes de efecto en el momento preciso”, ha dicho la editora Ana Margarita Valdés Castillo.
El texto combina la recreación de espacios naturales y citadinos; aunque existe un claro privilegio del ambiente campestre donde alcanzan su máximo desarrollo los personajes, quienes poseen una relación especial con la naturaleza.
Una hacienda cafetalera del Occidente cubano es el paraje donde el matrimonio de Benito Echarri y María Barandearán, tronco del árbol genealógico, echa raíces con fuerza capaz de cimentar una “república independiente” desligada de prejuicios. Allí, en Cinco Esquinas, sucesos insólitos ocurren con frecuencia, y si bien la autora los presenta con normalidad, envuelven el sitio de misticismo.
Dos períodos de la historia de Cuba abarcan los hechos descritos: la etapa prerrevolucionaria, y desde 1959 hasta casi la actualidad. Las protagonistas son dos mujeres imbuidas en la construcción de sus familias, sus amores, sus vidas… en medio de acontecimientos trascendentales.
Como los de su estirpe, han resuelto vivir al margen de lo acontecido fuera de las fronteras de su república fundada en el “afecto de la familia”; y,aunque no escapan de las circunstancias, tampoco son absorbidas por ellas. “Es una novela de ficción, aunque la ficción tiene mucha estructura de realidad”, considera la escritora.
De la mano de María y Milia, nos acercamos a la vida social e individual de la nación sin caer en didactismos. Aparece la historia sin ser protagonista, se evade cualquier asomo de oficialidad. La advertencia aparece desde la nota preliminar: “Siempre que se cuente en forma de confesión y se pida un silencio a cambio de saborear la privacidad de algún ser humano, lo histórico pierde ese sabor a doctrina para adentrarse en una especie de pacto con las murmuraciones”