El 24 de febrero conmemoramos en Cuba el reinicio de nuestras guerras de independencia. Cada año las referencias al hecho centran su atención en la zona centro oriental del país, escenario fundamental de las contiendas armadas y obvian los esfuerzos del occidente y en particular de los artemiseños, un protagonismo que se había puesto de manifiesto mucho antes de la clarinada de Céspedes en La Demajagua.
Sin viajar a tiempos de resistencia aborigen y esclava, donde son múltiples los ejemplos a citarse; basta para validar su probado y temprano patriotismo, asumir como punto de partida la participación de los artemiseños, junto al resto de Vueltabajo, en las primeras conspiraciones independentistas.
Hijos de la tierra que hoy conforma la provincia de Artemisa, se comprometieron en los movimientos anticolonialistas como los conocidos de Soles y Rayos de Bolívar, en 1823 y de Vueltabajo, un año después. Dieron su apoyo al proyecto del controvertido Narciso López, en 1851 y se enrolaron en otros movimientos separatistas, con centro en la capital del país. No pocos fueron procesados, fusilados, o enviados a prisión o destierro por esa causa.
Después de iniciada la guerra en oriente, en octubre de 1868, las autoridades españolas tuvieron que gestionar gran cantidad de recursos, sustituir funcionarios y movilizar tropas para neutralizar a los conspiradores artemiseños que propiciaron alzamientos armados al oeste de La Habana, para secundar a los patriotas de Oriente, Camagüey y Las Villas.
Carlos Baliño López y su padre hicieron de Guanajay un bastión conspirativo de mucha acción; Agustín de Santa Rosa, en Candelaria y Carlos Idelfonso García Sosa, natural de Corralillo, en Bauta, quienes tuvieron vínculos muy efectivos con el venezolano José María Aurrecoechea. Juntos gestaron levantamientos en Guanímar y en el entorno de la Sierra del Rosario.
Carlos Manuel de Céspedes cursó órdenes a altos oficiales mambises que operaban en el centro de Cuba con el fin de que apoyaran a las fuerzas mambisas de Carlos García en occidente, pues este, aun cuando era tildado de manera injusta como bandolero y sin dejar de ser un combatiente polémico, alcanzó tanto prestigio en el enfrentamiento a fuerzas enemigas que fue nombrado comandante general de Vueltabajo por el vicepresidente de la República en Armas, Francisco Vicente Aguilera.
Con la muerte en combate del patriota bautense, en 1875, cedió el empuje y combatividad del mambisado de esta parte del país, pero no el ideal independentista. Lo advirtió José Martí en dos ocasiones que visitó este territorio en 1879: Aspiro, en San Cristóbal y Las Pozas, en Bahía Honda, con el objetivo de buscar el apoyo de los vueltabajeros para el nuevo estallido independentista que derivó en la conocida Guerra Chiquita.
Si bien es cierto que la Guerra Necesaria estalló el 24 febrero de 1895 y que la llegada de las columnas invasoras de Gómez y Maceo en enero de 1896, marcó la gran impronta en la contienda, cierto es también que desde hacía más de dos años, patriotas vueltabajeros se encontraban sobre las armas en el lomerío del Rosario. Carlos Socarrás e Indalecio Sobrado, en la zona de Cacarajícara y Pedro Ángel Delgado Carcache, con base de operaciones en San Claudio.
Si esta guerra se decidía en occidente a favor de Cuba, era en parte por la combatividad y organización de los patriotas de esta parte del país. Cientos de los nuestros dieron su vida en la lucha mambisa. Fueron sistemáticas sus victorias y la vehemencia con que permanecieron enfrentando al enemigo después de la caída en combate del Titán de Bronce y tras la intervención norteamericana, cuando en otras regiones cedieron en terreno y agresividad las fuerzas del Ejército Libertador.
Estos y otros elementos, validan el criterio de que el 24 de febrero no es para Artemisa una fecha más en el calendario de su historia de rebeldía. Nos sobran motivos para afirmar que por la cuota de sacrificio y heroísmo aportados en aquella etapa de lucha y en las precedentes, también hay sangre de Artemisa brillando en la bandera.