–Lo queles “pica” es que sea negra-, me dijo una amiga hace poco, al leer los comentarios despectivos en redes sociales sobre Daniela. Si no sabe a quién me refiero, le cuento de la telenovela cubana El derecho de soñar, cuya trama se centra en los avatares de una chica del interior del país.
Al igual que miles de jóvenes, Daniela lucha por conquistar sus sueños en La Habana, mientras realiza un documental sobre el aniversario 75 de la radionovela El derecho de nacer. Pero esta profesional encuentra demasiadas piedras en el camino; a su paso solo surgen o se exacerban conflictos y temores.
No tengo la menor idea de lo que realmente ocurrió entre ella e Igor, pero nadie merece expresiones al estilo de “se lo buscó”, al referirse a una presunta violación, o “es la más pesada del mundo”, entre otras frases despectivas e inusuales, cuando hemos presenciado en el género actuaciones para el olvido, o personajes realmente macabros, que desconocen los límites de la maldad y arremeten contra padres e hijos.
Más allá del audiovisual, el rechazo al personaje en ocasiones se torna en ataque directo a la actriz, en discurso de odio, pues tal vez hay personas molestas por los enamorados que la rondan y sus oportunidades dentro del entorno radiofónico.
Las ofensas y cuestionamientos no pertenecen a la ficción, desafortunamente; a estas alturas de la “historia” cuesta creer su origen en prejuicios raciales, enquistados en la sociedad de un modo sutil, aunque siempre prestos a despuntar ante situaciones clave.
Llevar el cabello natural y defender esa identidad pareciera un asunto superado, hasta que alguien apunta el adjetivo “malo”, sugiere otras técnicas (válidas, siempre que no dañen la salud), se piensan con derecho de mirar por arriba del hombro y endilgar la clásica muletilla para el negro: “si no la hacen a la entrada, la hacen a la salida”.
Constituyen otra realidad palpable los patrones de marginalidad y pobreza heredados en determinadas comunidades con predominio de personas afrodescendientes, todavía incomprendidos en toda su complejidad, y por tanto, con escasas estrategias de superación.
En cambio, se precisan nuevas iniciativas como la de la Comisión Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que lleva a cabo en la provincia un programa de actividades con niños de la escuela primaria Ramón Mordoche Miranda, en el municipio cabecera.
La creación del proyecto sociocultural Con todos y para el bien de todos, el concurso Mi raza, un conversatorio sobre el rechazo de los abakuá al fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, entre otras acciones, fomentan la educación inclusiva.
Y la mirada pudiera abarcar otros aspectos, sostiene Yiván Cabeza Cuní, vicepresidente de la Comisión en el territorio y profesor de la Universidad de Artemisa, quien en su tesis de Maestría defiende “el debate, el cuestionamiento crítico y la contraposición de fuentes sobre las diferentes teorías del racismo”, si miramos la historia contemporánea.
No son hechos aislados las manifestaciones a favor del Ku Klux Klan, el fascismo y otras corrientes segregacionistas; hechos recientes así lo confirman. Tampoco se trata de colocar en determinadas responsabilidades a las personas por su color de piel, pues cabría la discriminación…, a la inversa.
Cada día la ciencia se pronuncia en mayor medida por el término “color cubano”, resultado del intenso mestizaje. Ya lo definió el intelectual Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas: “El racismo favorece las necesidades ideológicas de aquellos que aspiran a un regreso mediato al capitalismo, porque es una naturalización de la desigualdad. La lucha por la profundización del socialismo en Cuba está obligada a ser antirracista”.