Ya en su último año de carrera en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Raydel Ruisanchez, no rompe el deseo de seguir estudiando la meteorología. Es cierto que un buen meteorólogo debe ser excelente comunicador, -y Cuba tiene muchos de ellos-, pero él encontró en ambas especialidades un punto de conexión que complementa lo más sensible del ser humano: la vida.
Hace 19 años, cuando el huracán Charley pasó por el occidente cubano, este joven observaba frente a su televisor los pronósticos que emitían los meteorólogos, en especial el doctor José Rubiera. Aquellos modelos y trayectorias dibujaban el futuro para el entonces pequeño, pese a la tensión que vivía el país. Justo en ese momento supo lo que quería ser “de grande”, y encendió la chispa de la pasión.
“Ante la cercanía de un huracán los pronósticos van siendo más exactos, y recuerdo aquellas horas de mucho nerviosismo. Charley arrasó hasta con la leyenda de Cajío, en mi pueblo, y parecía interminable. Al día siguiente cuando salimos a las calles y vi tanta destrucción, me impactó, y supe que era a la meteorología a lo que me dedicaría.
“Estudié por unos años la carrera; es difícil de alcanzar y sus materias muy exigentes. La obtuve por mis resultados en las pruebas de ingreso de Matemáticas, y tenía de antecedente el trabajo como especialista de la estación de Casablanca; una etapa de mucho sacrificio porque me trasladaba varias veces a la semana desde Güira hasta la conocida loma capitalina.
“Aylín Jústiz fue mi profesora de meteorología sinóptica, maravillosa, y también recuerdo las clases de Carlos Manuel González Ramírez, ya fallecido, entre otros; pero el vínculo con estos dos maestros es inolvidable. Por varias razones no pude continuar la carrera, tuve que abandonarla, no obstante, soy de los que cree que en la vida todo tiene una razón, y me aferro a ese concepto.
Comunicar la ciencia
Mucha importancia se le concede a la promoción y comunicación de la ciencia en nuestro país. No pocos adelantos merecen ser informados con prontitud al mundo, y en términos de meteorología es más bien una tradición, que se mira con el ojo del respeto, la dedicación y la admiración.
Ser estudiante de la carrera de Comunicación Social, le ha permitido a Raydel adquirir herramientas para informar todo lo concerniente a su trabajo como especialista de una estación. Es de los que considera su campo profesional amplio en estos tiempos, e imprescindible en torno a los pronósticos.
“¿Qué objetivo tuviera la meteorología sin un fin comunicativo? Antes solo era la radio, la televisión y la prensa escrita, pero ahora aparecen las redes sociales y plataformas digitales. Son espacios que exigen inmediatez y siempre pienso en la premisa de facilitar la cultura meteorológica. Es allí donde se mueven también nuestros días, por eso comparto información, más en los momentos que lo exigen.
“Me mantengo en vigilancia, incluso cuando estoy en casa descansando, después de largas guardias en la estación de Güira de Melena. La atmósfera es muy cambiante, por eso evaluamos temperatura, presión, humedad, precipitaciones, dirección del viento, nubosidad, entre otros. De suceder algo interesante, se acabó el descanso.
“Nadie quiere que pase una tormenta tropical o huracán, pero es un momento de crecimiento y realización. Sabemos que trae destrucción, oscuridad, miedo, escasez; sin embargo nosotros estamos ahí, informando, creando y pronosticando. Es una oportunidad en la que le decimos a las personas: yo también estoy aquí para salvar vidas.
Desde su perfil en Facebook Raydel como dijera un gran meteorólogo “pone el tiempo a nuestro favor”. Pese a los escasos minutos que dedica a su familia, y a los reproches de su novia, sueña con verse comunicador en la radio, la televisión e incluso tener su propio canal en YouTube.
Por tanta humildad y deseos, nada será un fatídico tropiezo para este joven. Sabe que así es el clima: un corsario que siempre va llevando y trayendo; como el éxito que depara el futuro y del que no podrá soltarse pese a los embates.