No son los tiempos de Casanova o Urquiola. Ahora cuando alguien habla de Bahía Honda, usualmente alude a que se suspendió un partido de béisbol porque sus peloteros no pudieron acudir. Lo más frecuente son los problemas de transporte. ¿La consecuencia habitual? Se rezaga el pasatiempo nacional donde antes abundaba el talento.
Irandy Crespo, metodólogo de ese municipio, alega dificultades con los implementos. “Ni siquiera alcanzan para entregar pelotas a los 16 técnicos. Lo que tenemos es esfuerzo propio y contribución de algunos padres.
“Encima, en este sitio montañoso nos golpea la distancia con respecto al resto de los municipios. ¿Cómo desarrollar un equipo sin efectuar topes, a causa del transporte?
“Así se ha suspendido la participación nuestra en juegos pioneriles, y jugamos un partido de las Pequeñas Ligas, porque era precisamente aquí. Antes de la serie provincial, otros conjuntos como los de Guanajay y Caimito organizan más de una decena de amistosos, mientras nosotros apenas podemos celebrar uno.
“Cuando los niños llegan al torneo, muchos no tienen la técnica pulida, esa que se adquiere jugando con frecuencia. Y a ellos les gusta competir; si no lo hacen, abandonan el área. Entonces, hay que realizar un trabajo psicológico muy riguroso con ellos, planear topes en la propia base, como estamos haciendo hoy en los consejos populares.
“Esos niños tienen calidad, pero al no competir se estancan. La mayoría procede de los bateyes del central Harlem, del antiguo Pablo de la Torriente Brau y zonas aledañas como El Morrillo, cuyo activista ha aportado muchos talentos. Son niños fuertes, fibrosos y con deseos”.
Alián Sandoval Rodríguez es el activista de El Morrillo, ese que no se rinde a pesar de las adversidades, quizás porque jugó cuando era niño, sigue haciéndolo con los mayores y lleva el béisbol en la sangre.
“Busco equipos de Harlem, del pueblo de Bahía, y jugamos en nuestro terreno. No tenemos gradas óptimas, pero aquello se pone bueno, se lo aseguro.
“¿Qué sucede con los muchachos de la categoría 7-8? Cuando les avisas que ‘van para una competencia’ y no los llevas, después dicen que el profesor es un mentiroso. ¿Cómo quedo con ellos? Entonces, debo volver a enamorarlos para traerlos otra vez al terreno.
“Y así los tengo: no se me van porque los motivo; a mi manera, lo logro. Los llevo al Harlem o los traigo a Bahía, ¡hasta 15 muchachos! Me la juego sin transporte. Los enseño a atrapar fly y roletazos. Incluso entre ellos hay algunas niñas que probablemente vayan a la Eide”.
Solo ese espíritu puede garantizar que otra vez emerjan grandes lanzadores y jonroneros entre aquellas lomas.