Mi libro Ceiba del Agua, historia, memorias y leyendas, publicado por la editorial Unicornio en 2010 y dedicado a mi pueblo natal, donde siempre he vivido, comienza mencionando la rendición de La Habana a los ingleses en agosto de 1762 y refiere que en aquellos momentos, a unos 40 kilómetros al suroeste de la capital colonial, se gestaba el nacimiento de un nuevo asentamiento que ha llegado a nuestros días desafiando el paso del tiempo.
Nos referimos a Santo Cristo del Buen Suceso, después llamado San Luis de la Ceiba y por último y hasta nuestros días, Ceiba del Agua, que ostentó la categoría de cabecera municipal en dos períodos: 1879-1902 y 1963-1976.
El núcleo embrionario del poblado no fue un puerto ni un río, como ocurrió en la mayoría de las primeras villas, sino una ceiba, una de las tantas que jalonan el paisaje cubano. Una ceiba, a cuyos pies, en una hoyada cársica, se acumulaba el agua y brindaba al viajero fatigado sombra y sosiego, y a su cabalgadura un punto donde abrevar y reemprender la marcha bajo el sol atenazante del trópico.
La historia local marca el año de 1763 como el de su nacimiento, cuando alrededor de la mencionada ceiba –talada en 1945 para edificar el despalillo de tabaco- ya se habían instalado establecimientos de hospedaje, gastronomía y herrería, frecuentados por los conductores de rebaños de ganado que se movían entre La Habana y Vueltabajo.
Varios motivos reconocen la presencia ceibera en la historia, como la mención del entonces muy pobre poblado que hizo Cirilo Villaverde al recorrerlo en una fría madrugada de marzo de 1839, con rumbo a Guanajay; el destacado combate de Ceiba del Agua, efectuado el 7 de enero de 1896 dirigido por el Generalísimo Máximo Gómez; la inauguración del Instituto Cívico Militar en 1938, devenido después del triunfo de la Revolución en la magnífica Escuela Interarmas de las FAR General Antonio Maceo; la designación del pueblo como cabecera del municipio de Ceiba-Vereda-Guayabal en 1963; la constitución en octubre de 1968 del Plan Ceiba, una de las grandes empresas citrícolas del país y en fin, la edificación en su entorno rural de varias escuelas secundarias básicas en el campo identificadas en su época, a escala nacional, como “las ceibas”, tres de las cuales fueron inauguradas por Fidel (Ceiba 1, Ceiba 2 y Ceiba 7).
Ceiba del Agua recibe orgullosa a sus visitantes en una linda rotonda centrada por una frondosa ceiba trasplantada al lugar a finales de 1943, al concluirse las obras de la doble vía que enlaza al pueblo y a Rancho Grande, con la Carretera Central. Es sin dudas, su sitio emblemático, desde donde se dispersan cuatro carreteras que acentúan la posición estratégica del lugar.
Los lugareños siempre pensamos en Fidel por muchas cosas, entre ellas una que expresó a raíz de la división político-administrativa implantada en 1976, relacionada con la atención especial que debían merecer aquellas localidades, como Ceiba del Agua, que dejaban su papel directriz.
La tradición señala a junio y específicamente el día 21 (instituido como fecha del Santo Patrón San Luis Gonzaga, bajo cuya advocación se puso la primera iglesia de paredes de yaguas y techo de guano), como el cumpleaños del pueblo. A las seguras y merecidas celebraciones para ese 260 aniversario me uno, para decirle, con el cariño y devoción de un hijo: ¡Felicidades Ceiba!