Al periodismo y a desperezar la cultura en Artemisa, le dedicó la vida Fernando G. Campoamor, quien justo este 4 de junio cumpliría 109 años, aunque ya hace 22 nos hizo la trastada de beberse su último daiquirí.
Él mismo le presentó el famoso coctel a Ernest Hemingway, y luego llevó hasta la villa situada a 60 kilómetros de La Habana al Nobel estadounidense de Literatura , y a los también premios Nobel Miguel Ángel Asturias (de Guatemala), Gabriela Mistral y Pablo Neruda (ambos chilenos).
Pretendía transformar la realidad sociocultural artemiseña mediante tertulias, conferencias, talleres, impresiones de libros y la invitación a personalidades de talla mundial.
Así convocó igualmente a un sinfín de intelectuales cubanos de inmenso prestigio, como Fernando Ortiz, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, José Luciano Franco, Carlos Enríquez, Ignacio Villa y Emilio Roig de Leuchsenring.
Y se sucedieron diversas jornadas culturales: Jorge Mañach disertó sobre pintura; Salvador Massip y Antonio Penichet, sobre geografía y antibelicismo; a Emilio Ballagas le correspondió la poesía; y, tanto Luis Felipe Rodríguez como Marinello, compartieron sendos ensayos.
A la par, empleó la revista Proa, órgano del grupo fundado junto a los mejores talentos de Artemisa, como medio de denuncia de los problemas de la universidad, del racismo y de la concentración de la cultura en la capital del país, entre otros lastres de la época.
Hundía “semilleros de cultura en su tierra roja”. Y, sin renunciar a su empeño como promotor cultural, Campoamor escribió libros y artículos diversos.
En una época plagada de conocedores de la obra del Apóstol como Juan Marinello y Jorge Mañach, ganó el Premio Internacional Centenario de José Martí, con Que su llama nos queme. Hemingway propició la traducción de esta a 66 idiomas, para 960 periódicos suscritos a la cadena mundial Internacional News Service.
Fernando G. Campoamor:
“fue una luz de relámpago que estalló en rayo sobre el cielo tranquilo de Artemisa, incendiando los palmares que cierran en circunferencia su poblado. El resplandor del fuego benéfico alzó la temperatura ambiente –la solidaridad o el odio, según las clases antagónicas- y resultó un ejemplo revolucionario de lo que era posible salvar en el campo de Cuba”
Juan Marinello
No obstante, lo más conocido de su pródiga obra es el libro que deleita con su investigación sobre el ron cubano, al cual llamó El hijo alegre de la caña de azúcar, en “una feliz mezcla de poesía y erudición”, según Manuel Moreno Fraginals, autoridad mundial en el tema.
Campoamor fuecolumnista de El Mundo y redactor de la sección En Cuba, de la revista Bohemia. Cuando Alejo Carpentier dirigía Tiempo, se desempeñó como jefe de redacción. Obtuvo varios premios nacionales de periodismo y fue jurado de muchos concursos que los otorgaron. Integró la comisión que redactó los estatutos de la naciente Upec.
