Siempre presté especial interés a las diferencias entre educación e instrucción, a la capacidad de millones de familias analfabetas para formar a sus descendientes en los mejores valores morales, como una suerte de herencia, despojada de cualquier significado material.
Me admira aún pensar en tantos bohíos, varentierra y otras construcciones precarias, donde podrían faltar lujos y adornos; sin embargo, nunca desaparecieron los buenos días, el respeto a los mayores y la limpieza en el lenguaje.
La humildad y la decencia conformaban esa filosofía de vida en la que los méritos sólo los alcanzaba el esfuerzo, la convicción de dar antes que recibir, el hacer bien, sin mirar a quien, ya que el triunfo andaba apartado de la vulgaridad, el facilismo y la grosería ramplona, tan nocivos para cualquier sociedad.
Pudiera ser reiterativo y hasta desafortunado disertar sobre normas de conducta, civismo y otras reglas de la vida cotidiana, pues desembocamos, por lo general, en las mismas lecciones chatas y aburridas, las que todos conocemos, aunque no aplicamos a diario.
Solo le convoco a auscultar nuestro alrededor, en el cual muchos “influencers” suelen disparar sus ganancias a costa de ofensas, provocaciones y chanchullos; ciertas canciones de moda posicionan el mal gusto y la chabacanería, si bien lo más alarmante resulte el número creciente de seguidores tras esas barbaridades.
Tengo bien clara hace tiempo la necesidad de estos asuntos, pero tal vez las más recientes expresiones de odio contra el equipo Cuba al quinto Clásico Mundial de Béisbol en el LoanDepot Park de Miami, detonaron ese resorte del ejercicio del criterio, que me hace desestimar cualquier posición, si viene acompañada de insultos.
A los seres humanos nos asiste el derecho de elegir nuestro destino, lugar de residencia e ideología, de acuerdo con intereses e historias personales. Lo que no se justifica es lo grotesco e irracional, lo que lacere la dignidad, hiera y denigre al otro.
Un pueblo educado en el acceso pleno al conocimiento, con sobradas tradiciones desde las artes, las prácticas escolares, la difusión masiva de contenidos de diversas asignaturas, así como sacrificios indecibles del cubano por ver colgado en la pared el título de su prole, sea lo mismo de nivel técnico que superior, debería repudiar a quienes lo desprestigian por su conducta, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Tal vez nos ha faltado mayor afán por aprobar las asignaturas de la vida. Créame, algún día la historia rechazará el veneno de los que intentan hacer reír con payasadas, las que solo dejan al descubierto su falta de principios, sus problemas de carácter.
Sin purismos, nadie es tan perfecto…; ahora, la honradez, la nobleza de espíritu, también pueden y deben sentarse a la mesa.