Rebeca Martínez saca una nueva canción. La habitación resuena: haciendo porompompom… con video incluido, y bien pudiéramos conversar sobre el tema musical, su letra, o quizás de la composición del videoclip, hecho en este caso por otra mujer.
Sin embargo, lo que nos ocupa hoy no es precisamente la musicalidad o la creatividad de una mujer madura que se niega a ser encasillada y ese bien pudiera ser otro artículo, pero tampoco es el tema de mis palabras de hoy.
Incluso es tan escabroso como el machismo y el patriarcado obsoleto. Me trae a esta página el bullying en redes sociales.
Rebeca y las creadoras han sido víctimas, no creo que puede existir otro nombre para denominarlas, de un montón de comentarios en redes sociales; donde se ataca no solo el trabajo como artista, sino también a la mujer.
Y me pregunto ¿son las redes un reflejo de lo que somos? ¿Nos pararíamos delante de un desconocido y lo insultaríamos sin más? Pues eso hacen los “haters” en redes: término empleado para denominar a quienes hacen bullying en el espacio digital.
Puesto el ojo sobre el asunto, para algunos ese es el precio de la fama. Sin embargo, he visto en Twitter, Facebook e Instagram cómo el ataque se centra en personas no famosas, ni figuras públicas. Incluso algunos cruzan el espacio y utilizan las aplicaciones de mensajerías o el correo electrónico como otra vía para sembrar el veneno.
Muchos crean un circo en las redes, y se atribuyen la potestad de ir vilipendiando a todos: por cómo viste, por cómo piensa, por cómo asume la vida, la política, la sexualidad, por la moda, el color de la piel y un sinnúmero de disparates.
A veces no solo es el comentario soez, también pueden llegar a publicarse videos o fotos vergonzosas del implicado.
El acoso cibernético es violencia. Quienes lo han vivido aseguran sentir miedo, inseguridad. No es un comentario inofensivo. Detengámonos un momento y pensemos cómo un adolescente puede sufrir este tipo de violencia, cómo puede calar en la autoestima…
Según el estudio Save The Children del 2016, desarrollado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), un 6,9 por ciento (%) de alumnos jóvenes reconoció haber sufrido acoso y un 3.3%, aseveró ser ciberagresor. En ese caso las chicas son las más afectadas con un 2 % por encima de los chicos.
Aun cuando las cifras del estudio anterior son en adolescentes, uno de los grupos etarios donde más hondo calan estas actitudes, los adultos no estamos exentos.
Siendo sinceros, el ciberbullying nos afecta a todos. A su vez otros estudios han demostrado que el discurso de odio es más frecuente en Internet. Odiar, encuentra tras el anonimato o no, un buen espacio de cultivo en las redes.
Siempre queda la posibilidad de bloquear, de hacer caso omiso, porque a fin de cuentas nuestra paz mental no le pertenece a otros; por regla lo más sano es alejarse del odiador, seguir siendo nosotros, sin importar quién está de acuerdo o no. Rebeca seguirá cantando y bailando, el peso mayor lo cargan aquellos que agreden.
Como ejercicio personal, la próxima vez que vayas a escribir un comentario, piensa si es algo positivo; si no lo es, detente. Si vas a ponerte a discrepar y bienvenida sea la diferencia, trata de hacerlo desde la objetividad, plantea tu hipótesis, sin caer en groserías o hacer blanco de burlas a quien te opones. Vivamos también allí desde el respeto y el amor.