El único en ganar seis Vueltas Ciclísticas a Cuba ha sido un joven de Bahía Honda llamado Eduardo Alonso, hoy de 44 años. Conquistó cinco títulos consecutivos, de 1986 a 1990, el primero de estos en medio de 33 equipos y 12 países, de medallistas panamericanos y mundiales, incluido el español Luis Puig, máxima autoridad del ciclismo, quien valoró la lid como la Carrera de la Paz de América.
Si alguien rozó la gloria total ese fue él: dos veces cuarto en el mundial juvenil, en la ruta individual perdió el bronce por foto finish; y en 1982 iba en segundo lugar en la Vuelta al Táchira, Venezuela, a falta de dos etapas, cuando enfermó del estómago y cayó al onceno.
Sin embargo, sabía que podía hacerse del Giro: en 1986 se erigió en el segundo (el otro, un ruso) en vulnerar el dominio colombiano y venezolano en el Táchira; dominó la general individual, la regularidad, la combinada y obtuvo plata en la montaña, además del éxito por equipos. Jamás otro cubano había ganado allí.
En sus años sobre bicicletas, Alonso recorrió tantos kilómetros como para dar varias veces la vuelta al mundo, y se ganó el respeto de rusos, alemanes, polacos, rumanos, italianos, franceses, colombianos, venezolanos, canadienses… de los mejores exponentes de este deporte a nivel universal.
Vistió camisetas de líder en varias carreras en Italia, y en 1983 obtuvo el segundo lugar en el prestigioso Giro de las Regiones en ese país, a donde acudieron pedalistas de 29 naciones; ese mismo año terminó en el puesto 21 en la Carrera de la Paz.
Había sido tercero en su primera Vuelta a Cuba, nueva marca para novatos. Aquel jovencito no pensaba en el peligro; bajaba a 80 kilómetros por hora las carreteras mojadas. ¡Quería más! Y su gente lo sabía. Por eso, cuando ganaba, Bahía Honda era una fiesta.