Aquellas tierras tenían sed del sudor de esos hombres. Ellos llegaban con hambre de prosperidad. Y Tomas Rodríguez les mostró el camino para satisfacer a los suelos y comenzar a engordar los bolsillos, como parte del Colectivo Laboral Las Delicias, perteneciente a la Granja Urbana de Alquízar.
“Un compañero mío me propuso venir. Sabe que trabajo como un buey”, relata José Ángel Mora. “Yo estaba haciendo carbón, solo, en el monte, y él insistió. ‘Se gana buen dinero; lo que hay es que trabajar’. Y le contesté ‘Vamos; yo no le tengo miedo al trabajo’.
“Lo que me dijo era verdad. Mientras usted trabaje, siempre habrá resultados. ¡Y aquí los hay! Nos sentimos bien. Los ingresos son buenos, y esperamos que mejoren. La atención es especial: el jefe se preocupa por cada detalle; pregunta qué nos hace falta y siempre lo resuelve. Al menos yo, espero retirarme aquí”.
Otros cobran más, pero él ingresó en enero más de 8 000 pesos. Encima, “nos venden frijoles, carne, arroz, puré…”
Miguel Sánchez afirma que en su brigada ganan de 10 000 a 13 000 pesos mensuales, entre el salario y las utilidades, en dependencia del puesto de cada cual. “Mientras más sembremos y produzcamos, más ganamos. Llegué a esta brigada de seis compañeros en busca de trabajo, y enseguida vi el resultado: ahora estamos recogiendo pepino, luego, en marzo calabaza y papa. Cada mes hay algo que recoger; eso nos conviene. Además, recibimos buena atención, tanto los albergados como aquí en el comedor”.
Ganan más
Ni las medallas son realmente de oro. Están hechas sobre todo de empeño, determinación y agallas. Así están conformados los primeros logros de este colectivo laboral, nacido el 3 de enero de 2022 y compuesto por su jefe, un técnico y 18 trabajadores, todos en el campo.
“Contamos con dos máquinas eléctricas de pivote central, además de ganador mayor y menor, cerdos, aves y conejos”, manifiesta Tomas Rodríguez, jefe del colectivo.
“Hemos formado tres brigadas. Una cultiva su área con siete trabajadores vinculados. En la finca Suchel hay otra de seis, cuyo salario medio en 2022 fue de 20 000 pesos. Y una brigada de nueve trabajadores atiende el módulo pecuario.
“El nuestro es un colectivo diversificado. Cuando se termina un cultivo, no tardamos 15 días en volver a tener esa tierra sembrada.
“Esta estructura ha venido a revolucionar la parte estatal de la agricultura. Tiene fuerza legal para tomar decisiones, sin esperar por el director de la UEB o el de la Empresa. Ellos nos dirigen y orientan, pero nosotros tomamos decisiones, como la de repartir las utilidades.
“Aquí el jefe decide el salario de cada miembro. ¿Cómo? En reunión con los trabajadores, nos ponemos de acuerdo sobre quién cobrará más o quién cobrará menos, según su participación en las labores. Quien permanece 24 horas regando, gana más que el resto y, a la hora de distribuir las utilidades, como fue mayor su participación, son mayores sus ingresos. Hablamos de más de 30 000 pesos.
“Entregamos al Estado hasta el 20% de la ganancia, tras una negociación entre el Colectivo y la UEB. El resto de las utilidades se les reparten a los trabajadores. Este año comenzaremos a crear un fondo de contingencia, pues nosotros mismos gestionamos nuestros ingresos.
“Trabajamos con el objetivo de que todos los meses haya producción, para que todos los meses haya ingresos. Cada día vienen tres o cuatro personas a verme, para trabajar.
“El salario medio en 2022 osciló alrededor de 15 000 pesos; para este año nos proponemos 25 000. Por supuesto, se cobra de acuerdo con la participación; eso propicia que todos quieran integrarse y realizar cualquier actividad”.
Producen más
Rodríguez alude a los resultados con el ganado vacuno (99 cabezas). “En 2022 cumplimos el plan de leche, y este vamos a crecer con más de 6 000 litros. Estamos entregando más de 40 diarios y sobrecumplimos la entrega de carne.
“También seguiremos incrementando el número de gallinas rústicas. Al principio eran 24. Podemos tener 500 y hasta mil. Realmente no hace falta pienso: les echamos maíz dos veces al día y el resto del tiempo las pastoreamos; así han alcanzado un peso promedio de siete libras. Es una buena variante para producir carne.
“Le vendemos las producciones al Estado, y de cuanto producimos le damos a los trabajadores y sus familiares. A fin de año les vendimos carne de cerdo a 30 pesos la libra, y entregamos carnero a seis comedores de la empresa, para su actividad.

“Tenemos dos máquinas de riego. Tal vez en lo adelante podamos contar con otra. Atendemos 105 hectáreas: 70 para el ganado y 35 de cultivos varios. Recuperamos áreas que estaban perdidas y no se cultivaban. Las sembramos de plátano macho y estamos limpiando un viejo platanal de la variedad burro: dará comida mucho más rápido que si demolemos y volvemos a sembrar.
“Hay que hacer cosas todos los días, incluso sábado y domingo. El grueso de nuestros trabajadores procede del área. Otros, de la región Oriental y establecidos en la zona, se nos sumaron, y estamos tratando de mejorarles las condiciones de vida”.
Fango, Sol… y garantía
Dicen que entre los sueños y el éxito hay una gran cantidad de sudor. Solo así es posible. Bien lo saben Ángel Ernesto, Marisbel, Edy, Héctor…
“Con las brigadas en otros lugares no se gana mal. Pero pasas seis meses sin trabajo. Aquí tenemos salario fijo, según los resultados. Y siempre hay producción: papa, malanga, calabaza, boniato, maíz, pepino, y ahora sembraremos cebollino y pimiento en semilleros”, afirma Luis Enrique López.
“Salimos bien todos los meses, gracias a nuestro trabajo”, declara Héctor Barroso, de 27 años. “Desde muy joven me adiestré en la agricultura; me gusta. El trabajo es sencillo, porque estoy acostumbrado. Y lo mejor de todo es la atención. Un compañero y yo hacemos guardia a la Fregat, y cuidamos los cerdos; de aquí mismo salen sus alimentos”.
Carlos Manuel Martínez le llevó la carne del 31 a su mamá en Caimito. “Se puso muy contenta. Imagínese, al precio que está en la calle y que yo me apareciera con esa cantidad”.
Igual Edy Molina comparte su satisfacción. “Vine de Santiago hace cuatro meses, y la atención ha sido muy buena”. Similares elogios repite Rodisbel González, de cuyos ingresos ya considerables depende su hogar, “en un local donde antes hubo una escuela, allá por Macondo”.
No será fácil hacerse de un buen techo y de las comodidades precisas en casa. Tendrán que hundirse en el fango una y otra vez y desafiar el Sol encima. Algo tienen ya a su favor: la garantía de encontrar un sitio donde producir más, de verdad significa ganar más.
