“Una vez la Revolución triunfó, la Revolución fue todo para mí”, asegura la alquizareña Zenaida Viera Fernández, quien a sus 80 años atesora intactos en la mente y en el corazón aquellos días de lozanía y juventud.
Con singular orgullo conversa sobre su participación en la comisión de análisis para determinar los fundadores del Partido, y su labor en la Comisión de Apelación al III Congreso. Pero con especial cadencia lo hace sobre las tres veces que la vida la puso frente a Fidel.
“Fui testigo de la primera visita del Comandante a la textilera Alquitex. Recuerdo que irrumpió en la fábrica sin previo aviso, tan típico de él. Ni el director, ni el Primer Secretario del Comité Municipal de Partido, conocían de su llegada y realizaban otras funciones fuera.
“Entonces le acompañamos en su recorrido un grupo de trabajadores y un especialista, encargado de responder las inquietudes del líder sobre el funcionamiento de la industria.
“En una de las áreas exteriores agarró dos sillas y, parado encima de ellas, se dirigió al personal allí reunido. Hasta donde sé, la fábrica conservaba ambos muebles como se guardan en la vida los regalos más grandes”.
Por si no bastara, Zenaida volvió a intercambiar con Fidel mientras laboraba como secretaria de Trabajo Social de la Federación de Mujeres Cubanas.
“Fue durante el Primer Curso Nacional para cuadros que atendían el trabajo social, con la participación de compañeros del Minint, la FMC y la UJC.
“Una tarde, almorzando en el Mégano, vimos arribar al Comandante, quien bajo la supervisión de los escoltas se metió al mar, donde permaneció un rato. Entretanto, esperábamos para asistir a su encuentro.
“Al conocer por qué estábamos allí, preguntó cuánto tiempo duraba el curso. Cuando supo que serían tres meses, agregó que era muy poco tiempo para aprehender las herramientas necesarias e impulsar la transformación.
“Tanto nosotros como él sabíamos que allí, en aquel entrenamiento, no terminaría la preparación, sino comenzaba con la práctica y el dominio total de nuestro trabajo”.
Otra vez como jefa del Departamento de Organización de la otrora provincia La Habana, en el Comité Central, la alquizareña volvió a recibir una lección del barbudo.
“Nos habían citado para presentar, ante los miembros del Buró Político, un informe sobre el funcionamiento del Partido y el crecimiento hacia la organización.
“El encuentro debió comenzar a las 3:00 de la tarde, pero no fue hasta las 9:00 que Fidel llegó. Lo primero, cuando entró en la sala, fue disculparse por la espera prolongada. Un asunto emergente le había impedido llegar a la hora pactada, dijo. Y el gesto me hizo valorar aun más su sencillez y modestia, independientemente de su altura.
“Al concluir la reunión, mandó a pasar al salón de protocolo, para que saludáramos a los miembros del Buró. Hasta hoy conservo entre mis tesoros aquel estrechón de manos”.
Tres veces con Fidel pudieran llamarse estas líneas; sin embargo, sería injusto ceñir la relación de Zenaida con el Comandante a las ocasiones que lo tuvo enfrente: de Fidel ella siempre estuvo cerca, pese a no estarlo físicamente.
Fidel es Fidel, repite hasta el cansancio. Es como ese gran macizo montañoso que puede divisarse desde cualquier llanura que pisemos… y con su altura guiarnos por el camino de la integridad plena y la moral absoluta.