Unos se casan en palacios de matrimonios. Otros eligen hermosos jardines y paisajes verdes o frente al mar, e incluso hoteles lujosos. Algunos pasan bajo las espadas de los pelotones de ceremonias de las FAR. Pero Yinet y Noel prefirieron realizar su boda en el hospital de Artemisa.
¿Por qué semejante ocurrencia? Ahora les cuento. Ella es residente de coloproctología. Tiene 25 años. Su hermana y su prima también son doctoras. Él es ortopédico. Tiene 34 años. Sus padres y su hermano son médicos. ¿Ven? La decisión de estos jóvenes galenos parece lógica.
“Mi mamá siempre quiso que fuera doctora, y yo sentía esa inclinación desde niña. Vivía en una finca en Mariel. Cuando alguien se daba un golpe, acudía sin sentir miedo alguno a la sangre. Después crecí, estudié en un IPVCE, y me di cuenta que me gustaba la Medicina”, relata Yinet Malagón Carcache.
“El primer año me resultó un poco tedioso, pero en segundo ya comencé a hacer guardias en cirugía general. Al final, me decidí por una especialidad quirúrgica: la coloproctología, más apropiada para una mujer, porque no permanezco tanto tiempo operando de pie”.
Y la historia de Noel Pérez Pérez incluye otros matices.
“Yo nací en Caimito cuando mis padres estaban en cuarto año de la carrera, así que crecí rodeado de médicos, compañeros de curso de mis padres: era el niño del grupo; luego fuimos tres pequeños rodeados de adultos con batas blancas.
“En algún momento de la adolescencia tuve otros desvaríos, como el de ser bombero (aún quiero serlo), pero siempre me llamó la atención la Medicina.
Mis padres no me apoyaron entonces. De todos modos, yo estaba decidido: a los 12 o 14 años vi a mi papá salvar una vida, y ese momento me marcó; después ya no habría quien me pusiera frenos.
“Era una fiesta un 31 de diciembre en el Campamento Internacional Julio Antonio Mella. Hubo una comida para compartir entre los trabajadores, sus familiares y los miembros de las brigadas que visitaban el país. Un familiar comenzó a ahogarse, mi padre salió corriendo, le aplicó maniobras de reanimación y lo salvó.
“¿Por qué la ortopedia? Es como el sueño de ser bombero. Me gusta ser un cirujano de traumas, de emergencias. Además, mis primeros profesores fueron ortopédicos. Desde el inicio de la carrera empecé a hacer guardias de ortopedia. Luego conocí a otro en el Finlay, y cuando me gradué opté por la vía directa a la especialidad”.
Para añadir más detalles a esta sana locura, basta escucharles hablar sobre el bebé que viene en camino.
“¿Un futuro médico? Eso dependerá de él”, dice Noel. “Ser médico fue una decisión muy personal mía en aquel momento. Cuando él elija qué hacer, mi trabajo será guiarlo… y apoyarlo”. Mientras, Yinet se muestra más entusiasmada con la idea. “La experiencia como médicos ha sido bonita. Si un día nos pide un consejo, yo le diría que sí. Por supuesto, la decisión es de él; nosotros lo apoyaremos”.
¿Qué? ¿Que aún no les cuento la razón específica? Ya casi. No se impacienten.
“Nos conocimos aquí, en el hospital”, revela ella. “Era estudiante todavía, y él especialista, pero los dos trabajamos en la parte quirúrgica y tenemos una sala en común, la de cirugía, donde cada uno atiende sus casos.
“Comenzamos una amistad. Salíamos. Íbamos a un concierto de Buena Fe, con otros amigos. Un día nos dimos cuenta que la relación funcionaba y, al cabo de ocho meses, teníamos ya una relación amorosa; nos sentíamos bien el uno con el otro. A partir de ese momento, ‘el señorito’ me llevó a vivir para su casa y no me dejó salir más de allá”, bromea.
“No fue tanto así”, se defiende él. “Comenzamos nuestra relación justo cuando llegó la covid”.
“Fue el 10 de febrero”, especifica Yinet. “El 21 de marzo asistimos a la boda de unas amistades, y tal vez fuimos los primeros en Cuba en aislarnos por covid. Cuando salimos del aislamiento, me dijo: ‘No te vayas más para Mariel.
Quédate aquí, que estás más cerquita. Quédate en Artemisa’. Ya llevamos dos años y medio… y 13 semanas de embarazo.
“Una semana antes de saberlo, las enfermeras del cuerpo de guardia del hospital ya me celebraban la barriguita. Y yo decía: ‘¿qué barriguita, si no estoy embarazada?; espero la regla la semana que viene’. Y no se equivocaban: quizás visión de gente mayor”.
He mantenido cierto suspense, pero ya ustedes, mis queridos lectores, han de haberse percatado de cuántos momentos unen a esta pareja en torno al hospital Ciro Redondo.
“Nosotros nunca pensamos en hacer una fiesta. Sí deseábamos una ceremonia, porque a ella siempre le gustó la idea de casarse de blanco. No queríamos dejar a nadie fuera, que nuestros familiares y amigos compartieran el momento.
“Un día conversábamos sobre el lugar. El Palacio de los Matrimonios está cerrado. El local de la Oficina de Trámites no es bonito para una ocasión tan especial. Y empezamos a divagar sobre ideas locas, cosas de gente joven y enamorada. Ella sugirió el cafetal Angerona, pero había que trasladarse hasta allá.
“De repente, se me ocurrió la idea: por qué no casarnos en el hospital, si nos conocimos aquí”, se preguntó Noel.
Yinet asintió enseguida, y pasaron a buscar el sitio exacto: desecharon el lobby, porque estaría la gente transitando. Entonces, sería ¡el teatro! Solo tendrían que pedir permiso.
“No queríamos tergiversar el objetivo de la institución, de atender personas, ni interferir en la vida diaria del hospital”, aclara Noel.
“Sin embargo, nos pareció tan original”, recuerda conmovida Yinet. “Es nuestra historia: nos conocimos aquí, comenzamos nuestra relación aquí… y en tiempos normales pasamos más tiempo aquí que en la casa.
“También de este lugar es nuestro círculo de compañeros de trabajo, de amistades y nuestro tema de conversación aun en la casa, excepto cuando hablamos de la relación: o él me comenta sobre sus pacientes o yo le comento sobre los míos, aunque ninguno domine la especialidad del otro, y coordinamos ideas de cómo podemos ayudarnos.
“Entonces, pedimos permiso a la directora, y ella lo pidió también. ¿Qué mejor lugar?”

