Aceras, semáforos, escaleras, contenedores… son parte del escenario urbano que agiliza la movilidad a la mayoría. En cambio, si no han sido adaptados, pueden convertirse en una pesadilla para las personas con diversidad funcional.
En Artemisa se han desarrollado diversas acciones para hacer accesibles los espacios del entorno público. Sin embargo, falta el impulso a medidas que promuevan la igualdad de oportunidades, al suprimir inconvenientes a las personas con discapacidades.
“Me resulta imposible transitar con mi sillón eléctrico por la segunda calle del bulevar de Artemisa: existen barreras arquitectónicas, y no puedo ir a la casa del Lácteo o la del chocolate. La gente no piensa en nuestras discapacidades”, advierte Humberto Urrutia, vicepresidente de integración social de la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores (Aclifim).
Urrutia es de los tantos afectados por tales barreras, no solo entre quienes padecen limitaciones físico-motoras, sino también los ciegos o débiles visuales.
Además de enfrentar situaciones así, los limitados físico-motores requieren soportes especiales a fin de acceder a las edificaciones y a sus áreas continuas. Igualmente precisan la ampliación de las dimensiones de las puertas a un mínimo de 90 centímetros de ancho, aumentar la amplitud de las rampas y disminuir la altura de teléfonos públicos, mostradores y baños.
La Oficina Nacional de Normalización estableció los elementos generales y requisitos específicos a cumplir en el urbanismo, las edificaciones, las comunicaciones y el transporte, a través de la Norma Cubana 391 de 2004, titulada Accesibilidad de las Personas al Medio Físico.
Tan humanitario programa contó con el apoyo del Ministerio de la Construcción que, a su vez, emitió la obligatoriedad de contemplar, en la etapa de diseño, los elementos esenciales para permitir el acceso total de las personas a una nueva obra o remodelación.
Artemisa no quedó fuera de este programa, pero quedan barreras por erradicar, sobre todo las que saltan a la vista por indisciplinas sociales y la falta de apoyo, exigencia y sensibilidad de muchos organismos.
La mayor parte de las aceras más céntricas de la ciudad cabecera está en mal estado. Y me pregunto: ¿y las barreras entre esquina y esquina no cuentan? ¿No sería mejor arreglar las aceras completas y no romper solo los bordes?
Las raíces de los árboles, las chapucerías al sacar acometidas del agua, los habitantes desaprensivos y el tiempo, deparan una imagen poco atractiva.
Es raro caminar por una acera con buen acabado, uniforme, sin deterioro.
Si bien es cierto que la accesibilidad ha mejorado en los últimos años, sigue siendo un reto a corto plazo. Debemos lograr que cualquier persona pueda disfrutar de cada sitio público con seguridad, comodidad y autonomía.