Han transcurrido más de dos semanas, y continúa latente esa abrumadora sensación que se ha apropiado una vez más del mes de mayo. Los sucesos del hotel Saratoga consternaron a todo un país, que estaba justo allí, donde más se necesitaba en ese momento.
Entre los escombros y las incesantes faenas, entre el imperativo de ser fuertes o aferrarse a serlo, aunque por dentro te derrumbaras de a poco o de un zarpazo, los artemiseños compartieron la incertidumbre y la esperanza de esos lamentables días.
Dos hermanos y una misión

A Yansel y Reynaldo López Muñoz los unen, más allá de los fuertes lazos sanguíneos, el sentimiento común, ese que emerge sobremanera en las circunstancias más difíciles, cuando el dolor de los otros se convierte en tu dolor.
“Conocí lo sucedido mediante las redes sociales y, de inmediato, entre los compañeros del grupo de rescate nos comunicamos para ponernos sobre aviso”, cuenta Yansel, quien forma parte de la Cruz Roja y acumula varios años de experiencia como bombero profesional.
Su hermano debió partir antes. Al dársele la indicación, junto a otros artemiseños llegó al Saratoga. “Lo más impactante fue la destrucción, ver a las familias llorando en los alrededores. Nos pedían encarecidamente que les entregáramos a sus familiares vivos; de no ser así, que, por favor, encontráramos sus cuerpos”, relata.
Y aunque los preparan para momentos difíciles, la realidad te golpea una y otra vez. “Nos capacitan para esas situaciones, en las que no a todos les es posible entrar, ser capaces de hacerlo, a partir de nuestro entrenamiento y, sobre todo, con profesionalismo, hermandad, humanidad, de forma voluntaria, características que distinguen a los rescatistas”, insiste.
Desde la casa, también estaban preocupados. “Nos decían que nos cuidáramos, que se realizaban trabajos muy complejos”. Al ser el mayor de los dos, la responsabilidad era adicional. “Entre hermanos, a veces la sobreprotección es mucha. Cada vez que iba a entrar a la escena, le decía: ‘ten cuidado, asegúrate, recuerda lo que siempre hemos hablado, no olvides los entrenamientos, no te vayas a quitar el casco ni te muevas donde no se haya explorado, revisa siempre las paredes del lugar donde estés…’”, manifiesta y se crece ante sus 28 años.
Al preguntarle cuántos artemiseños participaron en las labores, responde de inmediato. “Yo diría que el pueblo de Artemisa estaba en el Saratoga, de manera presencial y de corazón. Fuimos con la certeza de que debíamos cumplir una misión, y sabíamos que los artemiseños estaban pendientes de las acciones del grupo de salvamento y rescate.
“Recibimos llamadas de diferentes organismos, de compañeros que nos dijeron ‘¡cuídense, estamos con ustedes!’, ‘¡lo que les haga falta!’ Disímiles personas nos apoyaron; era una fortaleza saber que el pueblo confiaba en que haríamos esa labor, y la íbamos a hacer bien”, concluye.
Reynaldo comparte el mismo afán por salvar vidas. Lo lleva en la sangre. Por eso no dudó en incorporarse a la Cruz Roja, y el ejercicio de la actividad por cuenta propia no ha sido una limitante. “Mientras podamos ayudar a alguien, ¿por qué no hacerlo?”, asevera, pese a señalar que nunca se había enfrentado a una situación similar a esta.
“A mi familia solo le comuniqué que debía participar en las labores de búsqueda. Al momento de partir, mi esposa no estaba en casa y dejé al niño con mi mamá para dirigirme a la capital”, afirma el joven artemiseño.
Hacía apenas dos meses había conocido a su pequeño Dyland, pues la pandemia sorprendió a su esposa en otro país y debió dar a luz allá. ¿Cuánto pasaría por la mente de un padre que debió ser paciente para abrazar a su hijo por primera vez?
No obstante, durante casi 100 horas (a intervalos), brindó sus servicios en el Saratoga. “Fue muy fuerte ver el hotel en derrumbe y saber que adentro había personas atrapadas. Contribuir al desarrollo de las acciones representó mucho para mí. Más que una misión es nuestro deber como cruzrojistas, como seres humanos”.
No fue cualquier día de las madres
De pequeña, Elianet Machado Arias tenía total certeza de que en el futuro sería policía. La posibilidad de ayudar y llevar un uniforme llamaba su atención. Pero no fue sino de mayor que le propusieron formar parte de la Cruz Roja, mientras trabajaba como gastronómica.
“En Los Laureles había un pequeño movimiento de salvavidas, y me invitaron a pasar un curso. Luego de concluirlo me convertí en voluntaria; aunque no fue lo que soñé, se asemejaba bastante. Mis condiciones lo permitieron, me esforcé… y la explosión en el Saratoga fue mi primera vez en acciones de salvamento y rescate.
“No supe cuanto ocurría allí hasta que sonó el teléfono. El amanecer del 6 de mayo fue común: prepara los niños para la escuela, acomoda la casa, recoge regueros… hasta que dieron la orden. En media hora estaba lista en el punto de recogida. Y sería incapaz de describir la destrucción cuando al fin llegamos.
“Por unos minutos estuve consternada con el llanto de familiares frente a la instalación, el sonido de las sirenas de ambulancias y camiones de bomberos. Había mucho polvo alrededor, escombros, voces dando órdenes y compañeros trabajando con una disposición hermosa. Apenas había tiempo para el descanso”, asegura.
Mas, no fue tan impactante lo vivido hasta que le comunicaron el próximo turno de relevo cuando estaría de vuelta: el Día de las Madres. Ella y Yamila Mederos, también madre, “pelearon” juntas hasta el final para encontrar entre los escombros la esperanza de todo un país, y devolver alegrías a mujeres que tenían allí a sus hijos.
“No fue posible. Cada vez que correspondía sacar un desaparecido, había fallecido. Pero manteníamos la fe de encontrar alguno con vida. Fue un día terrible. Recuerdo que felicité a mi mamá en una pequeña pausa; ella me pedía precaución y cuidado, mientras yo evitaba mirar a los familiares frente al hotel.
“Confieso que no fue buen día de las madres. Por mucho que imaginaba estar al lado de mi familia, tuve que partir a La Habana, y lo volvería a hacer sin importar la celebración.
“Fui muy feliz al ver el rescate de dos perritos; en cambio, me destruyó presenciar cómo salía el cuerpo sin vida de un niño. Es algo que no se olvida, te marca y sientes rabia de no poder hacer más o revertir una imagen tan dura. Pensé en mucho, empezando por los míos…”
De segundos desgarradores y largas esperas habría mucho por contar. Todavía sus voces se escuchan entrecortadas, marcadas por la tensión de tener entre sus manos la fuerza que necesitaba Cuba por aquellos días.
No fue una simple misión, sino la prueba de amor ferviente y humanismo ante sus semejantes. Para ellos el Saratoga pasó a convertirse en una página terrible, de la que aprendieron a lidiar con el trabajo y la preocupación de sus familiares. Será desde el primer segundo, y por siempre, una hazaña que sobrepasó límites, donde el coraje les hizo héroes y las heridas multiplicaron fuerzas.
Valiente y arriegada misión, pero los cubanos sabemos sobreponernos ante situaciones como esta, puede estar partido en varios pedazos el corazón por conocer la cantidad de personas muertas en este lamentable accidente, pero el saber que todavia hay quienes estan debajo de los escombros, que pueden o no estar vivos y que sus familias aguardan por recibirlos aunque sea la última vez que pueda observarlo, hace que uno se crezca, se multiplique; sague fuerzas de titan para seguir adelante, no importa el riesgo, no importa el tiempo dentro del inmenso peligro, lo importante es encontrar a los seres que aun no se sabe que suerte han corrido.
En mi modesta opinión considero que todos los que tuvieron la posiblilidad de estar alli en el Saratoga desde la ocurrencia del accidente han dejado una huella imborrable, un ejemplo digno de seguir por las nuevas generaciones de cubanos, han dado muestras de humanismo, solidaridad, valentia, altruismo, lo catalogo como una Proeza digna de reconocer por todos. Para los valientes Artemiseños aque estuvieron presentes y lucharon fuerte en el cumplimiento de sus misiones, a los que miraron y fueron a cumplir con el deber, mis saludos, mis respeto y consideración, ustedes con esta noble actitud se han ganado un lugar en el corazón del pueblo la patria os Contempla Orgullosa.