Enfrentarse a la cocina a diario en Cuba es todo un reto. Por eso el empeño en La Caprichosa y otras minindustrias vale oro. Ellos trabajan para que en los hogares pueda haber puré de tomate para varios meses, frutas en almíbar para comer cuando cada quien prefiera, o vegetales que puedan resistir el paso de días y hasta semanas.
Además de contribuir a que nada se pierda en los campos y añadir valor agregado a sus producciones, su principal mérito consiste en enlatar tranquilidad rumbo a miles de hogares, en Alquízar y más allá.
Quien demuestra tal tesón, bien puede hablar de inconvenientes. “Esta-
mos recibiendo envases en formato grande, lo cual les encarece la compra a los consumidores: no es lo mismo adquirir un litro que cinco. Para eso hemos recurrido al nylon, a fin de envasar una cantidad menor”, revela Argemis Kindelán, jefe de brigada de La Caprichosa.
“No obstante, eso influye negativamente en los ingresos de los trabajadores. Hemos producido más de diez toneladas de puré de tomate, pero no hemos podido venderlas.
“Además, la Empresa Agropecuaria aprobó pagar el quintal de ajo a 5 500 pesos. Eso elevará el precio de nuestros productos, que incluyen a veces componentes en divisas, más el pago de la corriente, de la ONAT, el salario de los obreros y el envase a 50 pesos. Aun cuando queremos vender más barato al pueblo, resulta difícil bajar los precios.
“Una de las alternativas a la falta de envases radica en llegar a comunidades y asentamientos de Alquízar con esos productos a granel, en botellas o nylon. También les hemos vendido a otros municipios como Caimito, Guanajay y Mariel.

“Logramos entrar al Centro de Elaboración y Distribución de Alimentos (CEDA) de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, con yuca congelada, cebollino, vinagre, adobo, mermelada de mango y de guayaba. Existe una gran competencia entre los proveedores de ese mercado. Ahora pensamos incrementar las ventas, tras un estudio de sus necesidades.
“¿Encadenamiento? Con la CCS Álvaro Reynoso: ellos aportan viandas y nosotros nylon. Igual le brindamos azúcar, guayaba y nailon a un Trabajador por Cuenta Propia (TCP), y él elabora turrón de maní, barras de guayaba, dulce de coco y coquitos. Esos productos gozan de muy buena aceptación. Los certifica nuestra marca.
“A una empresa de plásticos en Santa Clara le compramos 50 000 bolsas de nylon, las cuales sellamos con una máquina comprada a un TCP. La Empresa de Recuperación de Materias Primas nos vende las botellas.
“Tenemos contratos con unas 20 entidades, sobre todo con la CPA Héroes de Yaguajay, gran suministrador de mango y guayaba. Y estamos en el proceso de negociación de precios con Cimex, para la venta en tiendas online y en MLC, a fin de importar envases”.
La Caprichosa tiene 11 productos certificados, incluso el adobo y la crema de guayaba con perspectivas de exportación a través de la empresa Cítricos Caribe.
“Nuestros productos son examinados por un laboratorio de la Industria Alimentaria. Aunque estos análisis resultan costosos, nos dan la medida de la calidad de cuanto producimos y de la garantía para el consumo, a tono con estándares internacionales”, agrega Kindelán.
Esa calidad la confirma Leinis Peña, clienta del Mercado Agropecuario Estatal (MAE) que acude habitualmente en busca de adobo, vinagre, aliño y encurtidos. Igualmente da fe de eso Madelín González, la vendedora del área de productos beneficiados del MAE.
Según Yaniuvys Cruz, especialista agroindustrial del Grupo Empresarial Agropecuario y Forestal Artemisa, la provincia dispone de 11 micro y minindustrias activas, la mayor en San Cristóbal, con capacidad para unas diez toneladas por jornada, y otras en Güira de Melena, Alquízar, Bahía Honda, San Antonio de los Baños, Mariel y la ciudad cabecera.
Imprescindible encadenarse
Midalys Naranjo Blanco, directora general de política industrial del Ministerio de la Industria Alimentaria, señala que en Cuba existen 1 176 minindustrias dedicadas al procesamiento de frutas y vegetales, de bebidas, productos cárnicos y otras producciones, la mayor parte de la Agricultura, los Gobiernos Locales, el Mincin y Mipymes.
“Entre las debilidades para la producción industrial de alimentos sobresale la escasa articulación con otros emprendimientos locales, o en zonas aledañas, que les permitan rebasar la escala municipal e insertarse de manera efectiva en las dinámicas nacionales”, declara.
“Tampoco existe sostenibilidad en el abastecimiento de materias primas agropecuarias, pues las capacidades productivas se explotan como promedio al 60%”.
Y añade la falta de envases, la inestabilidad en insumos como azúcar y aditivos químicos, así como de partes y piezas necesarias para mantenimiento a las instalaciones.
Naranjo Blanco advierte que el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 prevé fortalecer “los encadenamientos productivos de la economía con el sector alimentario y la integración interna, mediante el perfeccionamiento del mercado de insumos, el desarrollo de la minindustria y las mejoras en la logística y comercialización en toda la cadena”.
“Debemos potenciar la integración de la gran industria con las locales y minindustrias, tanto de actores estatales como privados que posean personalidad jurídica, y complementar alcances, destinos y capacidades tecnológicas, también para estandarizar parámetros de calidad e inocuidad de los alimentos.
“Hemos de garantizar encadenamientos en que las unidades productivas se beneficien con financiamiento en MLC; fortalecer vínculos con los centros científicos y de investigación; priorizar la adquisición de nuevas minindustrias, a través de proyectos de colaboración; e incorporar sistemas de deshidratación solar como nueva línea de procesamiento de los productos”.

Dicen que el responsable del nacimiento de las conservas fue Napoleón. Buscaba un método para preservar los alimentos durante largo tiempo, sobre todo por las necesidades de las tropas francesas.
Nicolás Appert, un investigador francés, ideó introducir frutas y vegetales en gruesas botellas de vidrio, cerradas con corcho y alambre, para someterlas después a una cocción en agua hirviendo. Había descubierto la conserva.
Hoy, en el año 2022, en medio de un bloqueo superasfixiante y aún de la pandemia, no queda sino desatar la creatividad y eliminar trabas, para que abunden embutidos, mermeladas, aliños, puré de tomate… y la tranquilidad quede enlatada.