Todos los días de este mundo sale a las calles del Ariguanabo, en busca de hacer su trabajo. Roba madrugadas al sueño. Alegre, barre las manzanas que le corresponde como trabajador de Servicios Comunales.
Así es Orlando Díaz Guillén, Landy: sencillo, transparente, jovial, para muchos un insignificante hombre de San Antonio de los Baños.
Lleva un atuendo nada elegante, unas veces sin calzado, otras con un tabaco en la boca, siempre con sus collares de religión y lleno de idolatría por San Lázaro. Es el característico barrendero de los cuentos callejeros.
Tiene su propio carisma. La vida lo puso a prueba y no claudicó, justo cuando se celebraba el día del trabajador de los servicios comunales. Mientras barría las calles de su demarcación, Landy encontró un teléfono celular.
Sin pensarlo dos veces, lo recogió y lo llevó a la emisora local. “Eso no era mío, y lo que no es mío no me lo cojo. A alguien se le cayó y lo traje a Radio Ariguanabo”, fueron sus primeras declaraciones después de tan honrado accionar.
¿Lo hubiera hecho usted igual, amigo lector? “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, dijo Fidel de la convicción martiana. Y yo diría que toda la humildad de Orlando Díaz Guillén merece estas líneas.
¡Ojalá la humanidad encuentre a diario acciones como estas, de hombres sencillos que no miran la grandeza de lo material, sino la satisfacción de un gesto tan noble!
El propietario del celular es el médico Elio Lázaro Reyes Travieso, un hombre de bata blanca, de estudios, de academia. Nada que ver con Orlando. Esa es la vida: hoy por ti y mañana por mí.
Landy es feliz con su carrito pique barriendo las calles. Como buen campechano, mientras fuma su tabaco tararea una canción. Y ahora es mucho más feliz, porque su gesto iluminó las pupilas del galeno. Radio Ariguanabo fue testigo de la entrega, con asombros y aplausos.

Mientras barría halló un celular y no dudó en entregarlo a su propietario
Esta es la historia de un hombre que no conoce de estudios académicos, pero sí de la vergüenza humana, de la solidaridad que llena el alma. Este hombre de piel curtida por el Sol, sin palabras rebuscadas en su vocabulario y ameno diálogo con sus semejantes, lleva el decoro de los que obran con la honradez como bandera.
¡Gracias, Landy! Esta es tu crónica. La mereces, la inspiras. Tu ejemplo vale más que ese celular. Vale la confianza en un hombre bueno.