Muchos no lo saben pero, en abril de 1964, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz llegó por primera y única vez al entonces pueblo pinareño de Santa Cruz de los Pinos. No resultó una visita planeada ni protocolar: el Líder de la Revolución cubana fue a batear y lanzar en un improvisado partido de béisbol.
Ocurrió una tarde a mediados de abril, cuando Fidel transitaba desde La Habana por la Carretera Central camino a Pinar del Río. Al pasar por el poblado de Santa Cruz de los Pinos, municipio San Cristóbal, en un terreno aledaño a la vía, los jóvenes jugaban pelota; él mandó a detener el carro, se bajó y pidió incorporarse al juego. Dejó a todos atónitos. Sus escoltas lo observaban de lejos mientras aquellos muchachos aún no creían que estaban jugando con el mismísimo Comandante.
El partido duró casi una hora, y terminó con risas, sudor y abrazos, relata la licenciada Felina González Hernández, exdirectora del museo municipal, en un documento preservado en el archivo de esa institución, con el título “Presencia de Fidel en San Cristóbal”.
Recortes de diarios de la época conservados en el propio museo, muestran en fotos a Fidel no como un entusiasta espectador, sino como el jugador que disputó seis entradas en las dos novenas locales, tres por cada una y en diversas posiciones, la más relevante en el rol de lanzador, en aquel encuentro librado entre Santa Cruz y San Cristóbal.
Los vecinos más antiguos del pueblo recuerdan el episodio con claridad. “Venían en tres carros Chaica. El de Fidel era negro. Se bajó, se quitó la camisa verde olivo y se quedó con un pulóver y una gorra. También se puso unos tenis. Nos divertimos muchísimo. Desde entonces, comprendí la grandeza de ese hombre”, comenta Inocente Elena González Corbo, quien por aquellos tiempos tenía solo diez años, pero nunca lo olvidó, al ser la primera vez que estuvo cerca del Comandante.
José Ramón Corbo Bec, otro de los involucrados en el partido, recuerda cómo Fidel le decía al pícher “¡Tírame duro! Y Bruno, mi amigo Peligro, porque así le decíamos, casi ni podía tirar la bola del tembleque que tenía. Todos estábamos muy nerviosos; imagínate, con ese hombre en el juego no era fácil concentrarse y mucho menos jugar bien”.
Al finalizar el desafío, ya la noticia se había esparcido por todo Santa Cruz. Los vecinos se volcaron al terreno para ver a Fidel. Se improvisó así una charla con el pueblo, asegura Miriam Santos Castillo, historiadora municipal, en su artículo “Fidel por siempre. Presencia física en San Cristóbal”, publicado en la Revista Cubana de la Historia #7, del 13 de abril de 2019.
El terreno se convirtió unos años después en el estadio de béisbol de la localidad, gracias a la Revolución. Hoy, aunque un poco deteriorado, mantiene sus funciones deportivas y recreativas para los habitantes de la comunidad y los visitantes, señala Miguel A. Fuentes Gastell, quien fungiera como jefe de actividades deportivas en el municipio por más de 40 años.
La presencia de Fidel en el terreno quedó grabada en ese rincón, y ha sido transmitida como el día en que el líder, durante unas horas, dejó su apretada agenda de trabajo para tomar el guante y divertirse.
No hubo discursos, solo el juego y la alegría. La visita terminó sin anuncios ni compromisos; sí legó una clara imagen a la memoria local: la pelota como escenario donde se cruzaron público, curiosidad y una tarde común en Santa Cruz de los Pinos, alega Esperanza Iglesias, promotora cultural de la localidad.


