¿Alguna vez te has preguntado a quién tocas cuando extiendes la mano? Parece una interrogante sencilla, pero no lo es. No me refiero un roce cualquiera, como el que te sorprende mientras caminas apurado o cuando compartes asiento en la camioneta. Tampoco se trata de una conexión superflua o efímera de poca duración.
La respuesta va sobre ese contacto que llega a parecerse a los amarres, en este otro año que se nos escapa de la peor manera.
¿Cuántos de esos roces, nada despreciables, evitaron que cayeras al vacío? ¿Cuáles de ellos respondieron con un apretón, más fuerte que la señal que les enviaste?
¿Quiénes evadieron tu toque y se descubrieron frente a ti como las almas tristes que son?
¡A eso me refiero! Al trato verdadero, como lo llamó el célebre Mario Benedetti. Ese que solo pueden firmar los grandes amores, los mejores amigos y los buenos seres. Al fin y al cabo, en medio de tantas dificultades, lo único seguro que tenemos a nuestro alrededor son personas.
Este 2025 mis manos reafirmaron el valor de los amigos de antaño, quienes salieron a mi rescate en más de una ocasión. Descubrí entre algunos colegas un ejército incansable que espera presto al otro lado del móvil a tu señal de ayuda. Reí y lloré dentro de ese cuadro apretado que es mi familia. Despedí a personas importantes. Unas para no verlas más entre los hombres y otras para extrañarlas desde mi orilla.
En estos durísimos 12 meses tuve que hacer un alto para agradecer por las manos pequeñitas que me sostienen y me recuerdan que soy mujer imprescindible, al menos para ese ser. Di gracias por la vida de mis padres, ese lazo apretado que conocí primero y que aún no se suelta.
Durante esta última vuelta al sol, tropecé con gente valiosa que, aunque agotada, un día me recibió en una recepción, asistió a un aula o salvó otra vida.
Por eso me espanto cuando veo tanto egoísmo, miserias humanas, dejadez, incomprensión y falta de empatía. ¿Qué extrañas personas seremos cuando aplaque la dureza de estos tiempos? Duros como rocas, carentes de bondad, temerosos y angustiados seres. No me conformo.
Si llegaste hasta aquí conmigo, también perteneces al bando de los inconformes. De los que creen que pueden contra cualquier adversidad siempre y cuando no estés solo. Siempre que haya personas para sujetarte la mano. Siempre que puedes tú ofrecer ese toque de salvación. ¿Hacemos juntos este trato?

