¡Cuánta razón tenía Jorge Luis Borges cuando afirmaba que nadie sabe de qué mañana el mármol es la llave! ¿De una economía sustentada en bellas instalaciones turísticas? ¿De la prosperidad de obreros consagrados a procesar sus grandes piezas? Quizás hasta de alguien enamorado del oficio de cortarlas y hacerlas brillar.
En la empresa Roca Real, perteneciente a la UEB Mármoles Occidente y ubicada en Mariel, procuran saciar la curiosidad del semanario el artemiseño con posibles respuestas.
Allí no hay escultores de la talla de Miguel Ángel, ni siquiera de otros creadores de menor rango. Pero un bloque de mármol en bruto entraña para ellos su propia escultura, la de la gran obra diaria. Son obreros-artistas que llegan hasta el corazón de la piedra, para aprovechar su color, textura y dureza.
No se trata de una prueba de fuerza entre el hombre y la roca, sino de una alianza. La estructura compacta cede a la intención de moldearla, en tanto el operario sucumbe al hechizo de la piedra cristalizada.
Cuando Yosvany Montero cumplió su Servicio Militar, le consiguieron trabajo en la llamada marmolera.
“Y me quedé. Desde aquel día, me he dedicado a este oficio. Todo el tiempo he vivido con la piedra. Empecé como custodio, fui jefe de producción; mi vida se ha desarrollado aquí. Soy operador A de Rocas Ornamentales.
“Me gusta ver la transformación tanto del mármol como de la Jaimanitas, desde que sale de la cantera hasta cuando llega, y cómo queda, cada medida. Hay de diferentes tipos y todas muy bonitas.
“Ahora procesamos la coralina, que posee muchos caracoles, y la arenisca, más tupida. Son los dos tipos de piedra Jaimanitas, muy usada en la construcción, porque soporta bien la salinidad del aire en las zonas costeras y protege las paredes de la humedad”.
Según Yosvany, además de ser este un buen colectivo, sobresale por la atención al hombre.
“Nos gestionan módulos de productos y el salario básico es aceptable, pero, como trabajamos en producción, nos pagan según cuanto hagamos; por eso, si se va la corriente, esperamos a que venga para seguir la faena… y entonces cobramos 10 o 12 000 pesos”.
La meta y más
Jorge Luis Lewis, jefe de mantenimiento industrial, explica que, en la actualidad, basan sus producciones en losas Jaimanitas y bloques de adoquines a diferentes medidas, según la solicitud del cliente.
Esas losas suelen ser muy útiles en lugares cercanos al mar, sobre todo para enchape, pues reducen el mantenimiento de las fachadas y permiten a los arquitectos hacer combinaciones con materiales como la madera.
“Además, tenemos una línea de piezas ornamentales, también de acuerdo con lo que pida el cliente, ya sean bancos, quitasoles o algo específico.
“Nuestro principal cliente es Almest (empresa inmobiliaria concebida para solucionar las necesidades de instalaciones turísticas). Igual les vendemos a trabajadores por cuenta propia como Rolando Mederos, quien compra subproductos y los procesa, a Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS) y a Mipymes, con prioridad al encargo social que tenemos.
“El plan del año asciende a 60 000 metros cuadrados de losa; hasta julio, debían ser 35 000, y hemos entregado poco más de 23 000, para un 66% de cumplimiento.
“Ese déficit está ocasionado por las afectaciones de combustible y electricidad este año, aunque en ningún momento hemos tenido intención de rebajar el plan; al contrario, queremos cumplir y superarlo, para que crezcan las utilidades y elevar el pago a los trabajadores y el nuestro”, asegura.
“No ha faltado la materia prima. Hemos enfrentado roturas del cargador, pero transitorias. Las dificultades han sido básicamente de combustible e interrupciones eléctricas.
“De todos modos, cuando hemos carecido de combustible, la empresa nos ha apoyado con el transporte, para el traslado de los bloques desde la cantera en Baracoa, el movimiento del montacargas para la venta y el montaje en los carros cuando vienen a cargar”.
Daneisy Álvarez, especialista comercial, informa que, por el contrario, el plan de ventas marcha al 104%, con un real de 13 784 000 pesos.
Yunier Herrera, el asesor jurídico, confía en que pueden cumplir lo pactado. Habla de esfuerzos probados, de voluntad real apreciable en faenas los sábados, en los dobles turnos implementados y la jornada laboral extendida.
Comenta el denuedo de todos en lograr de 6 a 7 000 metros cuadrados mensuales, en vez de los 5 000 previstos, para recuperar atrasos.
Elogia la estabilidad de la fuerza productiva, incluso de los jóvenes. Subraya que buena parte de los 61 trabajadores se enraizó allí hace 20 o 25 años. Y atribuye los porqués a las gestiones de módulos acordes con las posibilidades de los obreros y a plazos, al pago de estímulo y al vínculo de los directivos con las masas.
Todo hace pensar que, si en otro sitio una piedra significa un obstáculo, en la marmolera de Mariel aquellas rocas son la llave de un mañana más promisorio.

