El primer círculo de interés al cual pertenecí en la enseñanza primaria era sobre lengua de señas. Apenas recuerdo los detalles; las lecciones de la maestra se pierden en la bruma de mi memoria, a la vuelta de los años. Tendría apenas unos siete u ocho, pero sí me motivaba bastante aprender a comunicarme con otros niños o adultos sordos.
Después supe de un salón para pequeños con esta discapacidad en el círculo infantil donde mi mamá trabajaba. La “seño” Maribel, en Esperanza del futuro, hacía maravillas y conseguía integrarlos a juegos y actividades, para el regocijo de sus familias.
Pasó el tiempo, tuve la oportunidad de entrevistar a intérpretes de lengua de señas, a propósito de su día, cada 25 de mayo. Aquel diálogo me aproximó un poco más a las aspiraciones de este segmento poblacional. Y uno de sus mayores anhelos se concretó el 16 de septiembre de 2024, al reconocerse la Lengua de Señas Cubana como idioma oficial de la comunidad sorda en nuestro país.
Justo, Miriam Meneses Volumen, Máster en Educación Especial y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Sordos, en reciente visita a la provincia, calificaba la aprobación del decreto ley 94 de 2024 como “un sueño cumplido”.
La norma “contribuye con nuestra inclusión a la sociedad, mejora el acceso a la información, además de romper las barreras de comunicación con los oyentes”.
El texto de la legislación puntualiza los derechos de los miembros de esta comunidad, bajo los principios de no discriminación, participación activa en la toma de decisiones; la igualdad de oportunidades, el libre acceso al entorno físico, social, económico y cultural.
Del mismo modo, establece a los responsables de implementar la ley: en primer lugar, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, los ministerios de Educación y Educación Superior, el de Transporte, Comunicación y el Instituto de Información y Comunicación Social.
Un aspecto clave para adentrarnos en este mundo de silencios y derribar obstáculos, resulta la formación de intérpretes, a través de las diferentes modalidades de estudio que, de acuerdo con Meneses Volumen, contemplan la formación de técnicos medios, técnicos medios de nivel superior y cursos de habilitación, con la posibilidad de continuar la superación.
Pero la propia letra del Decreto Ley 94 revela muchos retos, como el de garantizar la presencia de un traductor en cualquier contexto, desde el cuerpo de guardia de una institución médica, hasta las estaciones de la Policía, y la urgencia de incluir, de forma permanente, los servicios de interpretación en terminales de ferrocarril, ómnibus, marítimas y aeroportuarias.
Que una persona sorda defienda su ejercicio de culminación de estudios de pregrado en lengua de señas o dirija un colectivo en cualquier forma de gestión de la economía son posibilidades cada día más palpables, que exigen preparación colectiva y conocimiento de la identidad y los rasgos de este grupo humano.
Ya existen experiencias tan hermosas como el programa infantil Fede Tv, donde la intérprete se convierte en otro personaje de la historia, y la magistral actuación de Keny Cobo en la piel de sordomuda en la telenovela Entrega. Podrían citarse otros ejemplos, esta vez en la vida cotidiana. En cambio, prefiero apostar por la sensibilidad de quienes tienen el deber de poner en práctica lo refrendado en la Gaceta Oficial, como muestra de firme voluntad política.
Nunca será tarde para retomar las enseñanzas de algún círculo de interés y fomentar otros muchos desde las primeras edades, pues de ahí quizás salgan los intérpretes que tanto se necesitan. Ayudemos entonces, desde la responsabilidad individual, a ser efectiva la inserción de la comunidad sorda en todos los ámbitos de la vida nacional.