“Tengo 83 años y una trayectoria laboral de más de siete décadas. Puedo asegurarte que una de las experiencias más grandes de mi vida fue estar frente a frente con Fidel, horas antes del Primero de Mayo de 1998. Aquel día puso en el pecho la Medalla de Héroe del Trabajo de la República de Cuba a cuatro personas: a Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí; al pintor y escultor José Delarra; a una notable maestra de Santiago de Cuba y a mi”.
De este pasaje de su vida habla con la humildad y el regocijo retratados en el rostro, el artemiseño Elpidio Hernández Soa, jubilado del sector del Transporte, donde laboró como chofer y mecánico durante más de 50 años.
Pillo, como se le conoce, recuerda con brillo en los ojos el lejano 1963, cuando fue seleccionado por primera vez como trabajador destacado, la condición de Vanguardia Nacional recibida durante 20 años y las varias ocasiones en que vio de cerca al Comandante en Jefe en actos nacionales en la Plaza de la Revolución José Martí.
No olvida cuando lo escuchó en su discurso del acto del 26 de Julio de 1987, con Artemisa como sede nacional, y también en una Asamblea provincial que se efectuó en la entonces Escuela Interarmas de las FAR Antonio Maceo, en Ceiba del Agua.
“Pero lo de aquel día, cuando me condecoró, no tiene comparación. Lo más impresionante e inolvidable del momento de colocarme en el pecho la medalla, fue el abrazo que me dio Fidel. No fue un gesto de formalidad. Lo sentí como el abrazo que un padre orgulloso le da a su hijo.
“Me tomó entonces por los brazos y sonriendo me dijo: Se ve que trabajas mucho. ¿Verdad?. Ante tanta grandeza suya y mi admiración por su vida y obra, solo atiné a responder: más o menos, Comandante.
“Prometió conversar con nosotros luego de la condecoración y no pudo. La llegada al país de una delegación vietnamita de alto nivel, que debió atender de inmediato, impidió que pudiéramos tener aquella conversación”.
Han pasado casi nueve años de la muerte del líder histórico de la Revolución cubana y Pillo no deja de recordarlo y honrar su memoria trabajando al servicio de cuantos necesiten de él.
“La conversación que no pudimos sostener en 1998, la tengo pendiente. Espero ansioso el momento en que pueda visitar el cementerio de Santa Ifigenia para agradecerle por todo lo que hizo por este pueblo, por mi y en especial por el abrazo que un día me dio y siento todavía”.