Visitar el hogar de Nery Bello García, es tocar parte de la historia de Cuba. La anciana de blanca cabellera, nacida en San Antonio de los Baños el 14 de febrero de 1935, impresiona por la memoria y las anécdotas que guarda del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Sentada en su silla de ruedas, puede vérsele en el rostro la emoción. En sus manos sostiene una bandera cubana que según nos cuenta, le trae muchos recuerdos. “Esta banderita que usted ve aquí, me acompañó desde el portal de mi casa cuando toda Cuba le rindió tributo a Fidel, en su regreso desde La Habana hasta Santiago de Cuba, para descansar eternamente en el monolito que guarda sus restos. Por eso cuando yo muera, quiero que se vaya conmigo a la tumba”.
Nery conoció al barbudo de la Sierra Maestra por obra y gracia de la casualidad. En sus labores como cocinera de la extinta ESBEC General José Artigas, del Ariguanabo, hoy Escuela Internacional de Cine y Televisión. Sabía que Fidel vendría a visitar la escuela, pero nunca imaginó tenerlo tan cerca, incluso abrazarlo. Cuando menos lo pensaba, ya el Comandante estaba a su lado.
“Eso fue tremendo para mí. Sentir que Fidel me abrazaba y tocaba mi cabeza con sus manos tiernas y suaves, me parecía un sueño. Después que hablamos de mi trabajo y las cosas de la escuela, se despidió con una frase que marcó mi vida, me dijo: “Bueno, Guajira del Ariguanabo, gracias por cocinar tan rico”.
Pero este no fue su único encuentro con Fidel. “Unos años después, Celia Sánchez Manduley, otra de las grandes de la Revolución cubana, que tenía mucha afinidad con los estudiantes de la escuela, y ya me conocía, me llamó por teléfono para pedirme que le hiciera unos tamales. Eso me llamó la atención y le pregunté: ¿para qué usted quiere tamales? Sonrió por el teléfono y me dijo, “es un secretico que debes guardarte, te digo después”.
“Resulta que los tamales eran para regalárselos a Fidel. Al otro día de la llamada, me lo hizo saber y me dijo: pero tú vas a llevárselos en persona. Esa fue la segunda vez que lo vi y compartimos.
“Se los entregué nada más y nada menos que en Birán. Sí, allí mismo, donde él nació. Celia me esperó en el aeropuerto de La Habana, y fuimos para Holguín. Cuando llegamos se preparó una mesa para la ocasión y Fidel se sentó frente a todos. Yo estaba bien cerquita de él, al lado de Juan Almeida Bosque. Después de hablar un rato me dijo: ¿Tú eres la guajira del Ariguanabo, verdad?. Sí, Comandante, le dije. Gracias otra vez, por cocinar tan rico. Me extendió su mano libertaria y besó las mías. Eso nunca lo olvido”.
Vísperas del aniversario 99 del nacimiento de quien fuera ferviente seguidor del ideario martiano, Nery nos recuerda la anécdota de cuando trasladó La Historia me absolverá desde La Habana hasta Granma.
“Eso es algo que pocas personas conocen de esta vieja que hoy anda en silla de ruedas, pero todavía tiene fuerzas para defender la Revolución y la obra de Fidel. Mi esposo era de la clandestinidad y apoyábamos al movimiento 26 de Julio. Yo era mensajera clandestina y me dieron la tarea de trasladar unos papeles secretos hasta Granma.
Por supuesto, no sabía lo que era. Solo me dijeron, que los llevara y punto. Lo hice como una tarea más. Años después me enteré que aquello que había hecho era una heroicidad, en medio de tanta tiranía. Pero bueno, me sentí orgullosa, porque con esa misión, llevaba conmigo al Comandante. Su obra y sus ideas. Por eso me moriré diciendo donde quiera que me pare. Fidel es mi padre”.