Ellos son como el mejor guerrero, ese que no triunfa siempre pero, vuelve sin miedo a la batalla. Así actúan los trabajadores de la Empresa Procesadora de Café, Luis Bocourt, ubicada en Bahía Honda, desde los productores hasta quienes multiplican posturas en los viveros.
Lo demuestra Orlando Travieso Díaz, involucrado en el café desde los 17 años, en la finca actual hace ya nueve. Él heredó la tradición de sus padres y hermanos.
Así que atiende toda una caballería de tierra, y hasta integra el movimiento de avanzada de la cooperativa. En la campaña anterior entregó 152 latas. Ahora se prepara con tal de proporcionar al menos 150 y “en dependencia del año que venga”, aportar más.
Comenta cómo la empresa lo estimula a seguir produciendo, al garantizarle diversos recursos: “un poco de líquido (herbicida), sacos, machetes, limas, unos guantes, ropa…
“Yo aseguro las actividades culturales: chapear, deshijar, regular sombra… La vida mía ha sido el campo. No sé hacer otra cosa que dedicarme a él”.
Sin embargo, campesinos como él precisan de otros actores igual de persistentes, al inicio de la cadena productiva. No se podrá volver a poblar las lomas de Bahía sin las posturas que ha de suministrarles el centro mixto de injerto y beneficio situado en Mango Jobo.
Nibaldo Delgado Ferrada, administrador del centro perteneciente a la UEB de Café Sabanilla, comenta sobre los frutos del vivero que tributa a varias unidades y a la propia empresa.
“Desde aquí apuntalamos el cumplimiento del plan de siembra y de resiembra, al producir las posturas. Traemos el subsuelo y la materia orgánica, mezclamos, tamizamos y le aplicamos un fertilizante de fondo triple, más el sustrato de fibra de coco.
“Lo introducimos en la zona donde están los canteros, y les suministramos el suelo a las muchachitas para hacer el llenado de las bolsas”.
No se limitan solo a eso, sino también al beneficio del café. Lo llevan de las unidades a los patios de secado, y le realizan el tratamiento hasta alcanzar el 12% de humedad; entonces, lo entregan a la empresa. Pero sucede que el sustrato ha deparado un notable impacto.
Como el componente de fibra de coco resulta menos denso, contribuye a la aireación y oxigenación de la mezcla y, por consiguiente, al desarrollo radical de las plántulas. Se evitan roturas y se conserva todo el sistema radicular.
“Lo obtenemos de la cáscara. La pasamos por una máquina y después separamos la fibra. Ese sustrato lo estamos usando en una proporción de un saco por un metro de suelo y de materia orgánica, que incluye la aplicación de abono químico a la bolsa.
“Recogemos cocos en las unidades productoras, así como en patios y parcelas. Hemos hecho la propaganda y se los compramos al Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) y a diversos productores, a un precio de diez pesos por cada uno. Le sacamos sus derivados, y vendemos la masa rallada a 200 pesos el kilogramo, a razón de 100 pesos la libra”.
Por si no bastara, utilizan el agua en el comedor de los trabajadores, elaboran vinagre e intentan comercializar la cáscara como el sustrato, con Cubatabaco y otras empresas. Además, emplean la concha para hacer carbón activado.
Tampoco se detienen tras llenar 35 000 bolsas
“Nuestro vivero se puede mantener el año entero. Tenemos las condiciones precisas de suelo, y entendemos que la venta de posturas de café es necesaria en todo momento.
“Aquí han venido muchos productores del llano y de patios y parcelas, encomendados por la agricultura urbana, a quienes atendemos con placer, porque sus tierras son susceptibles de hacer el trasplante. Nos enorgullece contribuir a que la empresa y Cuba sean capaces de producir más café”.
Muy lejos está aún Artemisa de aportar cuanto se espera. La meta se pierde en el horizonte. Sin embargo, la batalla más difícil corresponde siempre a los más persistentes.