Viajar desde San Antonio de los Baños hasta Artemisa, Bauta, Caimito, Mariel y lugares intermedios, no es problema si llegas al punto del inspector popular Mario Luis García.
Este capitalino, devenido ariguanabense, conoce al dedillo la ruta de cada automóvil, ómnibus, camión, rastra, moto o jeep, que transite por su posición de inspector público. A Mario, lo encuentras siempre carismático, alegre, jovial, comunicativo.
Quienes buscan su auxilio para llegar al trabajo, centro de estudio, o un viaje de placer, salen satisfechos. Viste con su chaqueta roja, lleva en mano la tablilla para controlar los autos que transitan y permanece en su puesto desde las cinco y treinta de la mañana hasta las once aproximadamente.
No importa que sea día feriado, festivo o fin de semana. Ahí está Mario. Sacrificio, entrega y amor por la labor que realiza, prestigian a diario su empatía con los pobladores del Ariguanabo. Detiene a los conductores, les regala el saludo de cortesía y pide la hoja de ruta. Solicita el servicio para la población que espera y resuelve el tránsito de la gente que siempre le aclama.
“Llevo más de diez años en este oficio y en este punto. Ya la gente me conoce y todos los choferes detienen la marcha para llevar pasajeros”, dice con orgullo.
El carisma y sentido de pertenencia que caracteriza a Mario Luis García, lo hace resaltar como un cubano más, con las mismas dificultades que sus clientes, pero siempre presto a cooperar. Ello le hace ganar el afecto de la gente y el reconocimiento de vanguardia por más de diez años.
“Para este tipo de trabajo nunca puedes estar bravo. Soy un cubano, con los mismos problemas que atravesamos todos hoy, pero me gusta hacer chistes y conversar bastante con los viajeros. Muchos cuentan sus historias, otros solo escuchan mientras esperan, pero todos salen satisfechos”.
Sin embargo, no todo es color de rosa en su día a día. “En este tipo de trabajo hay de todo. Un día hubo un chofer que me dijo que iba para el Cayo de la Rosa, y era mentira. Monté a varias personas y a los pocos días me enteré que su destino era Bauta. Cuando volvió a pasar por aquí, me dijo al revés, “Voy para Bauta” y le monté personal que iba para el Cayo de la Rosa. Ahora cada vez que pasa, él solo se detiene y después del saludo me dice: Bauta, llevo dos, llevo uno.
“Otro día hubo un atrevido que me ofendió y hasta sacó un machete porque lo paré y al negarse, le exigí la hoja de ruta y le dije que sería reportado por su actitud. Le recordé que tenía que llevar pasaje porque iba vacío. Ahí la gente me apoyó totalmente y gané la porfía”.
A su entender, para este oficio hay que tener un buen carácter con el público, ser rápido, muy puntual y serio en el trabajo. “La gente cuando llega al punto, siempre quiere irse enseguida, si se demora unos minutos, se incomodan. Hay días buenos y días malos, aunque aquí yo trato de resolverle a todo el mundo”.
En casa, Mario asegura ser muy parecido. “Me encanta estar en familia y ayudar a mi esposa. Soy amante de la pelota y las novelas. Cuando no estoy trabajando, extraño el ajetreo de los carros y la gente. Ya es parte de mi vida escuchar «Mario para Vereda», «Mario acuérdate de mí que voy para Artemisa» y así, uno le coge cariño a lo que hace y después resulta difícil estar inactivo”.
Entre un carro que se despide y otro que llega, Mario expresa su satisfacción por la labor que realiza, en bien de la sociedad. Corren tiempos de escasez de combustible y poca disponibilidad de ómnibus públicos, pero este inspector de pueblo, vive satisfecho por el cariño de la agente y el agradecimiento después de cada jornada.
