Casi 2 000 kilómetros en línea recta separan a José Carlos Sánchez Fernández de su pueblito natal por estos días de 2025. Asegura que el destino de una profesión que adora es lo que lo sostiene en México, lejos de Artemisa, la ciudad donde hace 37 años sustituye parte de su nombre, por la especialidad de la cual se graduó: gastroenterólogo.
En el Hospital General de Tlaxcala Licenciado Anselmo Cervantes Hernández, cumple misión inter- nacionalista, no sin antes tener en su alma y expediente laboral las huellas de otras veces que, en Guatemala, Angola, Bolivia o la República Bolivariana de Venezuela, ha tratado a los más pobres de la tierra.
¿Cómo no tener esa pasión, si las más longevas imágenes de Jose el gastroenterólogo, uniformado con batas blancas, forman parte del primer Contingente de Ciencias Médicas creado en Cuba con el nombre del ilustre Carlos Juan Finlay?
Recuerda que Fidel lo inauguró el 12 de marzo de 1982, y poco después su curso formó parte de ese aguerrido colectivo, momento inolvidable, al igual que sus primeras consultas como Especialista en Medicina General e Integral, sobre todo al cumplir su servicio social en el Plan Turquino, de la lejana provincia de Guantánamo.
“Fue en un consultorio del médico de la familia, en la Atención Primaria de Salud, donde me motivé a estudiar la especialidad de Gastroenterología, al ser común los padecimientos relacionados e interesarme en los procederes endoscópicos. En 1999 colgué ese otro título en mi pared y estará hasta mis últimos días”, cuenta.
De patologías comunes tanto en su patria como en tierras mexicanas nos comenta, pues “la hipertensión arterial, la diabetes, la úlcera péptica y la cirrosis hepática, son las más frecuentes, aunque también muchos pacientes sufren enfermedades asociadas al alcoholismo y otras renales crónicas.
“Sin embargo, en Angola atendí pacientes con paludismo y con el virus de hepatitis B; en Guatemala atendí mucho parasitismo intestinal y en Bolivia son constantes las secuelas del Mal de Chagas, enfermedad infecciosa, causada por un parásito protozoario”, especifica.
¿Se parecen los pacientes cubanos y los de otras latitudes? Su respuesta viene con Buena Fe. “No habrá mejor verso que la letra de Valientes, en el CD Carnal. “Somos la misma humanidad, todos frente al mismo acertijo”.
A un médico, cubano, además, lo convoca la pasión por sanar, atender, encontrar respuestas a los síntomas, y también soluciones, entre tanto, aunque sabe, y dice que “los de acá casi siempre tenemos un conocimiento de enfermedades y tratamientos, lo cual llevamos con naturalidad a las consultas.
“La muerte de un paciente es el peor de los momentos para un médico que lo ha atendido o para otro personal de la Salud Pública. Si es un niño o alguien joven se sufre intensamente más, aunque haya causas visibles, explicar a la familia no tiene comparación entre nostalgias y sinsabores”, expresa.
Jose, el gastroenterólogo, quien también ha sido parte del contingente internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve y ha dejado huellas de su trabajo en el Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez Landín, de Holguín, no desfilará como sus colegas del hospital de Artemisa, Comandante Ciro Redondo García, este Primero de Mayo.
Mas, entre volcanes, flores exóticas e impresionantes iglesias y pirámides; incluso, junto a sus actuales pacientes de los más desposeídos, sabe cómo -a más de 2 000 kilómetros de distancia de su patria- defender en otras tierras, con su ejemplo, la hidalguía de la medicina cubana, esa que quizás resumió en una décima.
Una sombra que se cierne
sobre el destino del mundo,
y cala lo más profundo
de lo que en vida concierne.
No es que el camino me interne
en este trance inseguro,
entrego de mí, lo puro
que lleva esta profesión,
y reparto desde la acción,
toda mi luz en lo oscuro.