La quieren. Tanto pacientes como colegas. En su andar por salas y pasillos, unos y otros la saludan con cariño. Por su carácter afable y humildad. Por su dedicación. Por la ejemplaridad y la energía que transmite al resto de enfermeras del hospital provincial Ciro Redondo García. Yanelin Betancourt Mora se siente respaldada por el equipo de enfermería que dirige. La siguen y la respetan.
Por eso, para manejar el estrés le basta el pequeño termo de café a su lado… así como el apoyo de la directora y de su familia. Con esas armas saluda al sol cada mañana y emprende una batalla hermosa: la de guiar a su tropa, ayudar a los pacientes y hacer cuanto esté en sus manos para mejorarles la calidad de vida.Identificó esa vocación mediante un círculo de interés, cuando estudiaba en el preuniversitario José Martí.
Ahora ya suma 31 años de graduada de la Licenciatura, primero en el policlínico Adrian Sansaricq y desde los 22 años en el hospital artemiseño. Por supuesto, comenzó en funciones asistenciales. Muy pronto la designaron jefa de departamento en la Sala de Medicina. Cumplió misión en Venezuela.
Al regreso, la colocaron al frente del departamento de Terapia Intensiva; después, como administrativa en la Sala de Puerperio… hasta ser la jefa de enfermeras del Ciro Redondo.
“Cada labor ha sido muy bonita y me ha dejado enseñanzas. En la Sala de Medicina crecemos mucho, al realizar todos los procederes que nos enseñaron. Enfrentamos neumonías, paros… Vemos la sonda vesical, la nasogástrica… Trabajamos para el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI), con cuanto representa y la prioridad que tiene en Cuba.
“¿Qué puedo decir de la terapia intensiva? Es difícil. Pero sanar al paciente resulta muy gratificante. Le brindamos tranquilidad: ¡cuánto vale para quien no tiene familia! La enfermera lo acompaña y le alivia el dolor.
“Nosotros también lo sentimos, como su pérdida, porque en ocasiones establecemos una conexión, a veces muy bonita, o triste cuando lo perdemos. Los enfermeros de hemodiálisis acompañan durante una vida larga a un paciente relativamente joven, pero al final el desenlace se repite”.
A Yanelin ni siquiera eso la desanima. La inquieta el déficit de recursos debido a la situación del país. Sin embargo, insiste en encontrar alternativas.
“La enfermería se crece en esa búsqueda de opciones ante las carencias. Lo que me da es más deseos de seguir. A pesar de los momentos duros, intento hallar la solución del problema; siento orgullo cuando lo logro y ayudo a quienes dirijo: procuro transmitirles esa seguridad.
“¿Paciente difícil? No. Es solo alguien enfermo que nos necesita. Debemos tener la capacidad profesional para dar a cada cual la atención requerida. Quizás en su casa haya un problema personal que lo altera más y le agrava, digamos, su falta de aire. Entonces, nos corresponde transmitirle serenidad. Todo se resume en una palabra: amor.
“Y cuando atendemos a un niño esa sensibilidad es más fuerte. No somos un hospital pediátrico, pero recibimos las emergencias de la provincia, entre ellos no pocos pequeños. A esa hora reforzamos el trabajo en equipo.
“¿Cómo tratar a quien no consigue controlar el dolor? Hay diversas alternativas, aunque ciertos dolores son más intensos, por la patología de base del paciente, pues desarrollan un umbral muy bajo y tarda más el efecto del medicamento. Yo apelo a la psicología, y he conseguido resultados satisfactorios.
“En lugar del ‘tienes que aliviarte’, mejor el ‘tú vas a ver que en 10 minutos…’ Llega el momento en que te agradece, y te das cuenta que ni pasó el tiempo para que hiciera efecto el fármaco”.
Si ellos ponderan el carácter afable de esta seño, sus colegas y médicos aluden a su humildad, al ejemplo con que lidera a los suyos.
“Cada uno tiene una personalidad diferente. Buena parte ha envejecido; eso sí, les distingue el respeto hacia la institución y una experticia muy grande: este mes se jubilan 10, alguna con la idea de la recontratación. Y las más jóvenes están bajo mi manto. Las debo seguir formando, pero esa juventud ha dado el paso al frente cuantas veces le he puesto la mano en el hombro”.
Así hilvanó momentos bellos con el “equipo maravilloso que maneja este hospital en el PAMI”. Asimismo, recuerda a un joven que llegó a Terapia Intensiva con un íctero obstructivo, grave, y neumonía: “ese muchacho salió por sus pies de allí”.Confiesa que la enfermería es todo para ella.
“Siento el hospital como mío. No me veo jubilada ni retirada de este mundo. Me da una satisfacción plena resolverle un problema al paciente, garantizarle los recursos humanos y materiales para mejorar su calidad de vida”.
No obstante, Yanelin pregunta por qué la eligieron para entrevistarla, si no es el Día de la Enfermería ni ella diestra en responder preguntas. No se da cuenta de su pasión al desvelar cada detalle, con esas sonrisas que tienen desde el amanecer hasta la puesta de sol.
Se trata apenas de una historia que merece ser contada, de cantar lo bello, de encender el entusiasmo por lo noble, admirar y hacer admirar lo grande… como decía Martí.