Con Fidel al frente, la caravana de barbudos victoriosos que partió de Oriente al consumarse el triunfo sobre la feroz dictadura, llegó a La Habana después de recorrer por el caimán jornadas kilométricas, bajo torrenciales de júbilo y entusiasmo nunca vistos.
Hecha desde el primer día por rebeldes y efectivos militares, provenientes de las filas enemigas que se unieron al bando de los justos; la Caravana de la Libertad demostró que estarían vigentes en el nuevo proyecto social, los preceptos martianos de unidad e inclusión, como condición indispensable para construir una sociedad con todos y para el bien de todos.
Entró a La Habana en hombros del pueblo agradecido. Su paso triunfal ayudó a desbaratar la maniobra política que pretendió disimular la derrota del tirano y consolidó la victoria. Razones organizativas y de gobierno obligaron a detener la marcha, pero no era este el final del viaje.
El 17 de enero fue el día escogido para que la serpentina de libertad en verde olivo, continuara el recorrido por parajes fértiles y heroicos, al oeste de La Habana, bañados también con la sangre de seres que soñaron y lucharon por la libertad. Sin apartarse esta vez de la Carretera Central, los rebeldes surcaron de alegría, optimismo y esperanzas, cada uno de los pueblos situados en la espina dorsal que da forma y cuerpo a la combativa región de Vueltabajo.
No podía ser más simbólica la antesala al territorio actualmente artemiseño y las cortinas se abrieron por Bauta, escenario donde cayeron en fatídico diciembre el Titán y Panchito, que nos llegaron igualmente en invasora caravana desde Oriente.
Siguieron el itinerario por Caimito, Guanajay, Artemisa, Candelaria y San Cristóbal; predios de rebeldía aborigen y esclava, de irredentos combatientes mambises, rebeldes y clandestinos; cunas de moncadistas, expedicionarios del Granma, asaltantes a Palacio y de los que se levantaron en Cienfuegos un día de septiembre; pueblos donde vieron los matadores de la tiranía -aterrorizados, como lo predijo Fidel en su alegato de autodefensa- el espectro victorioso de las ideas de quienes cayeron por la victoria y que nunca serán ni olvidados ni muertos, porque murieron para hacer de Cuba un país mejor.
La comitiva fue para esta parte del país, hoy artemiseña, mucho más que el recorrido de los ganadores guiados por su líder. Fue, eso sí, el discurso primario y más eficaz del héroe para que se pudiera entender que los beneficios de la victoria llegarían a todos por igual y que la justicia tocaría todas las puertas para sacar a los torturadores y asesinos de su madriguera.
La Caravana de la Libertad vino a reconocer, para orgullo nuestro, los cuantiosos servicios prestados a la Patria y el protagonismo de tantos hijos de estos pueblos, que pusieron a brillar su sangre en la bandera. La principal lección de esa jornada es y seguirá siendo que para honrar la condición de pueblo más revolucionario de Cuba, es necesario el combate permanente y el compromiso renovado para construir todos los días una provincia mejor.