Nadie sabrá con certeza de dónde él saca fuerzas para andar con la regla y el cartabón, tiza en mano frente a la pizarra, todavía a sus 75 años de vida. Educadores con la talla XXL de Eduardo Orta Pagés, con 54 años en el ejercicio de la profesión, son destello y guía, escultores además de generaciones a las que también sus pasos —siempre agitados— les llevan al pupitre, al alumno, a las letras y los números.
Resumir los 648 meses que su bicicleta 28, con más achaques que glorias, lo ha llevado al aula, es una tarea casi suspensa, incluso, antes de abrir la libreta; sin embargo lo intento, pues, asimismo ha sido capaz de dirigir durante 31 años la escuela primaria Orlando Nodarse Verde de Artemisa, la de mayor matrícula del municipio: 686 alumnos en el curso 2024-2025.
¡Pasión! No habrá otra palabra para describir su entrada a un aula con solo 21 años, al culminar el Servicio Militar Activo. La otrora escuela rural Ismael Ricondo le abrió las puertas, mientras su corazón latía frente a los alumnos para convencerse de ser maestro siempre, y en 1986 colgó en la pared de su casa de campo, para su madre de cinco hijos, el único título de Licenciado en Educación de la familia.
“Nunca diré que ha sido fácil. Enseñar, educar, motivar, crear… lleva en sí tanto placer como sacrificio. Pero nada se compara con el septiembre de caritas inocentes, y unos años después, en el séptimo mes del almanaque, las de graduados con ansias de foto colectiva”, expresa con sonrisa permanente.
“Hace poco me vi con las manos en la cabeza como nunca antes en los 648 meses en Educación, desde 1970. Fue Rafael quien provocó tal reacción, el huracán categoría 3, del 6 de noviembre.
Esta fue una de las dos escuelas de la ciudad cabecera con mayores afectaciones, nos había asegurado Yarobys Álvarez Conteras, director provincial de Educación, y entre las 228 de la provincia con daños en la cubierta y la carpintería, del total de 381 instituciones educativas.
“Llegar a tu otra casa, y ver deshecho el muro de losas prefabricadas que nos cubría desde los años 80 casi a la redonda, canalones partidos en siete aulas, alguna carpintería de puertas y ventanas dañada, así como las conexiones hidráulicas de los tanques elevados, más el huerto escolar y muchos árboles en el suelo, te nubla la alegría”.
Pero sin tiempo para lamentos, un rápido contacto con los trabajadores reorganizó la recuperación. Y la familia, los maestros de otras instituciones y la dirección municipal de Educación juntaron manos y recursos propios para rescatar tres aulas y recoger tanto desastre. “Recoger en parte, pues aún los escombros constituyen peligro potencial, ubicados ahora detrás del plantel”, insiste.
Este colectivo de trabajo ha sido el de las donaciones a otros damnificados, el de ayudar a los demás, y de pronto fueron días de darnos ánimos entre unos y otros, nos dice Maylín Castañedo Abreu, maestra de 20 años en este centro, quien define el inicio de noviembre como inolvidable, desafiante y triste también.

“Por suerte habíamos protegido todo el mobiliario, los medios de enseñanzas, mis cuadros del Che estaban a buen resguardo, y también los murales.
“Mi aula es una de las cuatro sin techo. Adoptamos la alternativa de reubicamos en otra, una sesión, y se usa- ron los canalones sin daños para reparar las contiguas. La experiencia nos unió más, y a 12 días del paso del huracán reiniciamos la docencia, sin electricidad por averías internas, pero con la voluntad de seguir”, manifiesta.
Aún no hay fecha definida para la reparación de estas aulas, ya no se producen canalones. Se prevé la colocación de fibras de zinc, lo cual precisa de otras acciones constructivas, nos dice el director, con esa voz de locutor aprovechada no solo para matutinos sino para el “buenos días” que repite a diario, puerta a puerta.
Y de pronto, mira el reloj, y me hace una seña, alumnos de segundo ciclo lo esperan para enamorarlos con las Matemáticas. “El déficit de docentes convoca a 16 de los maestros, especialistas o directivos de esta institución a duplicar sus funciones y estar frente a clases”, pero a él se le nota como pez en el agua.
En sus manos cuanto necesita para ir al aula, pero sus pasos lo llevan primero a donde elaboran el almuerzo. “Mira, lo único bueno de Rafael, leña para cocinar”, reflexiona con tono no muy convencido.
“Esta escuela es de doble sesión y elaboramos el almuerzo, el cual es indispensable en estos tiempos por la situación económica de la mayoría de las familias. Par de balones de gas licuado al año son insuficientes, pero ablandar chícharos sin presión y al aire libre es una proeza”, dice con una palma en el hombro de quienes están frente al humo.
Y yo vuelvo la mirada a lo lejos, escombros, aulas sin techo, el muro que no queda… pero ahí están los maestros, con ese reducto de optimismo entre uniformes y libretas,
Ahí, donde el pecho de un director de 54 años en el sector, no se vanagloria por medalla ni distinción alguna del sindicato que lo representa, pero ostenta la ganada con la estatura de su ejemplo.
Tiene Eduardo, tal vez como tantos educadores cuba- nos, el mejor galardón en sus años de trabajo: el respeto de centenas de familias artemiseñas que le agradecemos por ser paradigma, por su distintiva manera de convertirse en otro héroe más del trabajo cotidiano en Cuba.
Honor a quien honor merece …. Eduardo es el vivo ejemplo del amor, la entrega y la pasión de un verdadero maestro. Maestro de maestros, que bien el reportaje, que bueno y resaltaron su figura, lo merece.. ❤️