En el libro Alfonso Urquiola, Caballero del diamante, publicado en 2014 por la editorial Hermanos Loynaz, se recrea un pasaje inolvidable en su vida deportiva. En 1973, el joven pelotero de Orozco, en Bahía Honda, que era ya una promesa del béisbol cubano, abandonó el equipo durante varios días sin permiso alguno y no compareció a los juegos con Isla de la Juventud, en el pinareño Estadio Capitán San Luis. Cuando regresó fue suspendido indefinidamente.
Al saber lo sucedido, el comandante Julio Camacho Aguilera, entonces Primer Secretario del Partido en Pinar del Río, tomó cartas en el asunto y conversó humildemente con el director del equipo Vegueros, José Francisco Martínez de Osaba (Catibo), a quien dio la razón por sancionar la indisciplina, pero le pidió valorar si podía dársele una oportunidad al joven para que se reincorporara al equipo, por su calidad como jugador.
Después conversó con Urquiola, lo llamó a reflexionar, como un padre hace con su hijo, visitó al equipo y comentó lo ocurrido, siempre con un mensaje educativo. El bien llamado “Relámpago de Bahía Honda” fue reincorporado al juego diario y recuerda todavía aquel suceso como una lección inolvidable que le dio Camacho, como dirigente político al que nada le era ajeno, que aún con su enorme autoridad y prestigio no se impuso sobre el director del equipo, sino que le pidió repensar la medida que había tomado con él.
Recientemente murió el comandante Camacho, uno de los pilares de la lucha insurreccional desde la clandestinidad y la lucha guerrillera, luchador de valentía demostrada en mil combates, dirigente de probada lealtad, diplomático audaz y prudente, que dejó lecciones de ética, entrega y compromiso entre sus propios compañeros de lucha, como el comandante Manuel Nogueiras y el teniente coronel René González Novales, El Rubiode Nery, ambos ya fallecidos.
Nogueiras afirmaba con mucha razón que cuando Camacho llegó a dirigir el Partido en Pinar del Río en 1968, esta provincia no era ya la Cenicienta de Cuba, pues al igual que el resto del país, recibía desde 1959 los beneficios de la Revolución. Pero decía no tener dudas de que fue con su llegada y creatividad, con sus iniciativas, ejemplaridad, métodos de dirección y estilo de trabajo sin límites de hora- rio, que esta occidental provincia, dejó atrás su atraso ancestral e inició su verdadero despegue al desarrollo.
El Rubio hablaba de Camacho como un dirigente incansable, al que era muy difícil encontrar en su oficina, interesado en todo, dando siempre voz y voto a los subordinados, moviéndose de un extremo a otro de la provincia; que conversaba con todo el mundo, escuchaba todas las opiniones y no le temblaba la mano para tomar decisiones que ayudaban a resolver problemas. “Gracias a su empuje, cuando se fue de Pinar, después de dirigir allí algo más de diez años, esa provincia era otra, muy diferente a la que él encontró”.
En Bahía Honda, San Cristóbal y Candelaria, territorios pertenecientes a Pinar del Río, cuando el comandante trabajó en esa provincia al frente del Partido, quedó igualmente un legado de cariño, admiración y entrañables recuerdos. Quienes tuvieron la dicha de acompañarlo, lo recuerdan por aquella forma tan operativa de trabajar, basada en el principio de fundar, crear, hacer propuestas inteligentes y fundamentadas a la dirección del país, de sumar cada vez a más personas en sus proyectos, en no dejar nada pendiente para otro día. Son admirables los resultados de sus métodos de dirección estratégica para el desarrollo, si se miden por la cantidad y variedad de obras que se ejecutaron en una década bajo su liderazgo partidista.
En estos municipios, nada escapó de la visión y apoyo del comandante Camacho, como muy bien dice Juan Carlos Rodríguez, Presidente de la Unión de Historiadores de Cuba en Pinar del Río. Y es cierto, de forma panorámica, fue en ese período que se electrificó el macizo montañoso, se desarrolló el cultivo del café y se construyó un alto por ciento de los kilómetros de carreteras que comparten estos municipios. Igualmente potenció la construcción de instituciones, centros de salud y áreas deportivas.
En Candelaria fue en ese tiempo que se dio inicio al proyecto de Las Terrazas y a los trabajos que permitieron en 1985 declarar a la Sierra del Rosario como la primera Reserva de la Biosfera en Cuba. En Bahía Honda quedó el nuevo acueducto con tanque elevado, se construyeron la Pasteurizadora, la Planta de Gran Panel V y, la Beneficiadora de Café; todos en Punta de Piedra, se construyó además la comunidad Camilo Cienfuegos y se pavimentaron las calles en áreas de desarrollo.
Resulta interminable este recuento en San Cristóbal, muy beneficiado con el desarrollo agroindustrial azucarero, al iniciarse la construcción del Central 30 de Noviembre y extender ampliamente la siembra de caña, permitiendo que el Central José Martí fuera destacado a nivel nacional en la estratégica zafra del 70. Nacieron también las comunidades Ramón López Peña, Modesto Serrano, Noel Caamaño y Florencio Morejón. Se habilitaron escuelas para la formación de maestros y de personal de enfermería, así como dos fábricas importantes: la de Piensos y la de Conservas y se inició la construcción del Hospital Comandante Pinares.
Pudiera resultar difícil o imposible abarcar en su totalidad la obra del comandante Camacho en Pinar del Río. Pero en el recuento, lo más importante siempre será la impronta que marcó y que lo convierten en modelo y paradigma, pues con su ejemplo personal, su espíritu de superar obstáculos y el compromiso por alcanzar niveles de desarrollo para el bienestar del pueblo, lo convirtieron en un líder difícil de olvidar.