Cuando los tienes delante, quedas impactado. Lucen como gente corriente. Bajo sus overoles y cascos no parece haber más hidalguía que sudor o cansancio. Pero el sol no miente: los ha visto ponerse las botas antes del primer rayo de luz… y seguir empeñados en su misión de devolver la luz, aun cuando él se cansó de brillar.
Por eso me empequeñezco al caminar hacia ellos, con mi grabadora y preguntas que solo interrumpen su faena. Apenas me consuela saber que será una especie de reconocimiento a tan abnegada labor.
Yulier José Ortiz también parece pequeño. No lo es. Procede de Mayabeque y pertenece a la brigada de ensamblaje que brega casi sin pausa en una línea de alta tensión, justo en el kilómetro 32 de la Autopista Habana Pinar, donde Rafael derribó seis torres. Incluso se agiganta cuando habla de terminar el trabajo lo antes posible, para que todos tengan corriente en sus casas.
Primero la corriente, luego las torres
El ingeniero Adalberto Domínguez Gálvez, jefe del departamento de Líneas de la Empresa de Construcción de la Industria Eléctrica (ECIE), explica sus diversas tareas.
👷⚡️Nunca le serán suficiente a #Artemisa los agradecimientos por las manos que llegaron hasta esta tierra en el afán de devolvernos la razón y la esperanza #UnidosXCuba #ArtemisaJuntosSomosMás @OSDE_UNE @AlfredoLpezVald @EnergiaMinasCub @VicentedelaO2 https://t.co/QNy8331tf5
— Periódico Artemisa (@DiarioArtemisa) November 18, 2024
“Nos indicaron calentar las líneas de 110 Kv que alimentan Bahía Honda, Pinar del Río y Artemisa desde Mariel. Hoy están energizadas y en servicio. También Paso Real. Así se pudo llegar a Pinar y a la subestación Artemisa, con lo cual algunos de sus circuitos ya tienen energía.
“Ahora trabajamos en el poblado de Mariel, en Cabañas y en Quiebra Hacha. Tenemos 12 brigadas en esos lugares, para a la mayor brevedad restaurar el servicio eléctrico a la población, que es lo más importante.
“Esta línea de alta tensión en la cual nos encontramos dispone de un circuito caliente a 220 000 volt, que va desde Mariel hasta la subestación de Pinar, y le garantiza una confiabilidad mejor a la provincia, al servirle cuanta energía demande.

“La ECIE tiene UEB en todas las provincias, excepto Guantánamo. Aquí hay brigadas de Santiago de Cuba, linieros de Camagüey, de Sancti Spíritus y de Matanzas, una de Ciego de Ávila, una de Villa Clara y otra de Pinar, una de Holguín a cargo del ensamblaje de las torres derribadas y otra de Ciego de Ávila de ensamblaje de estructuras. Son unos 120 hombres y mujeres, entre técnicos y demás.
“Todavía las torres de 220 Kv tardarán 20 o 25 jornadas más. Al principio hablamos de 15 días, pero se detuvieron los trabajos, porque nos dedicamos a poner en servicio las líneas de 110 Kv, que era más fácil y rápido, con el objetivo de dar corriente a la población.
“Esa línea puede esperar un poco, pues, aunque limita la transferencia hacia Pinar, ya a esa provincia le llega el servicio. Y la tropa está, como decimos en buen cubano, con el ánimo de echar el resto aquí, para eliminar cuanto antes la avería en la línea de alta tensión.
“Trabajamos de 12 a 14 horas diarias –señala. Comenzamos a las 7:00 de la mañana, después de realizar el matutino y, a veces, a las 10:00 de la noche, la tropa no ha regresado del campo; cuando encuentran una avería hay que repararla sea la hora que sea”.
De Baracoa a Artemisa, hasta el final
Los veo apretar tornillos, ensamblar estructuras, armar lo que será una enorme mole. Hay afán y alta tensión también bajo las torres. Cada pieza metálica se llena de hombres de azul y cascos amarillos, laboriosos, diestros, conocedores de la importancia de asegurarla, pero de levantar esa armazón muy pronto.
Carlos Rojas salió el día primero de casa, en Cueto, Holguín, y desde entonces dice no saber nada de su esposa Urbina ni de sus hijos Carlos y Maikel.
“Vine de Baracoa para acá, tras el paso de Oscar, y esto es hasta el final. Es un trabajo bonito y a la vez peligroso, pero uno saca el coraje de adentro… y de los años en el oficio, tantos que ya estoy casi de retiro”.
Otro holguinero, Alberto Pérez, insiste en que lo suyo resulta riesgoso y difícil. “Uno deja a la familia atrás para auxiliar a otros. Ahora pasé cerca de casa, al terminar los trabajos por el Oscar, y no pude llegar”.
Dice que ha perdido la cuenta de huracanes en sus historias de hacer luz: “Sandy, Mathew, Ike… Hemos participado en cuantos han hecho daño a las líneas. Nos motiva ayudar a las personas y a la Revolución en lo que se pueda”.
Lo dice espontáneamente, como hablan las personas sencillas. Ni él ni los otros reclaman gloria alguna. Saben que habrá un pedacito de cada uno cuando nuestras casas se enciendan. Es en la felicidad de toda Artemisa donde está su grandeza.
