Dicen que sus pases eran mágicos. María del Carmen de los Santos Iglesias hacía la diferencia, al repartir y organizar el juego. Ella brillaba en un equipo de estrellas.
Así vencimos a las soviéticas en el baloncesto de las Universiadas Mundiales de 1979.
“Entrenábamos ampliamente la estrategia de pases, a razón de cierta cantidad por tiempo… y con muchas combinaciones, para acoplarnos. Incluso entre los centros, si uno bajaba, el otro subía. Y el juego fluía, tanto desde el perímetro como del interior, de forma tal que se recombinaban las posiciones entre sí.
“Teníamos jugadoras con muchas condiciones, como Caridad Despaigne y Margarita Skeet, pero el baloncesto es un deporte colectivo.
“La estrategia variaba en dependencia de los rivales. Los entrenadores siempre hacían un análisis previo de los contrarios, y en la preparación abordábamos cómo defender, por qué manos trabajaban los pívots y por cuáles los defensas, en un croquis de todo: cada atleta, suplente o regular, sabía su tarea esencial en el partido”.
Pese a encarar tantos desafíos, recuerda con especial cariño el del pase a la final durante las Universiadas Mundiales en 1979, justo ante las soviéticas.
“Corríamos mucho. Sin embargo, ese día el entrenador cambió nuestra estrategia de juego: estuvimos más quietas. Hicimos los tiempos justo como lo planificamos. Ellas eran fuertes de verdad. Se especializaban tempranamente; así adquirían su maestría. Eran muy buenas, pero ese día fuimos mejores.
“Cuando ganamos estuvimos tanto rato abrazadas en el terreno, llorando y saltando de la alegría, que ni nos dimos cuenta cuando ellas se fueron: solo quedábamos nosotras y el público vitoreando.
“Fui también campeona centroamericana en Medellín, Colombia, y quinto lugar olímpico; no obstante, siempre hay recuerdos más relevantes que otros”.
Lo afirma quien iba a ser botánica o agrónoma, cuando un entrenador la enamoró del baloncesto y le cambió la vida, a los 15 años, mientras estudiaba en la Escuela Secundaria Básica en el Campo (ESBEC) Mártiresde Kent, en Artemisa. Hasta allá llegaron a realizar captaciones. Y de inmediato su altura y corpulencia conquistaron a quienes andaban en busca de talentos.
Aunque era la sexta de siete hermanos, no había deportistas en la familia. No obstante, su éxito se desencadenó muy rápidamente: disciplina, afán, entrenamiento de doble sesión, muchos partidos… y a los 17 años se ganó ir a México a un tope internacional.
Era solo el despegue. A continuación se sucedieron los Juegos Juveniles de la Amistad; los Centroamericanos de Medellín, en 1978; dos Centroamericanos Universitarios; dos Universiadas Mundiales, Sofía 1977 y México 1979; y las Olimpiadas de Moscú’80.

“Uno siempre habla de las lides fundamentales o los eventos múltiples. Sin embargo, durante la etapa preparatoria disputamos torneos muy duros en Europa.
“Los entrenadores exigían tanto que nos preparábamos y el resultado era bueno. El equipo ostentaba un gran nivel. Nuestro juego era fortísimo. La mayoría de los rivales temían jugar con Cuba.
“Llegamos a la Olimpiada con una preparación enorme, y obtuvimos el quinto lugar, que es un puesto destacado: en aquel momento fue más fuerte la clasificación para ir a Moscú que los propios Juegos Olímpicos”. María del Carmen tampoco olvida a Rigoberto Chávez Honora, el entrenador que la llevó a la preselección nacional, ni las hermosas experiencias en otros países, donde sus conocimientos hicieron que los equipos tutorados alcanzaran resultados como nunca antes.
“Me gustan mucho los niños. Cuando estuve de misión en Eritrea, disfrutábamos ir a las comunidades más pobres a regalarles un día diferente entre juegos y pelotas. Jugaban hasta descalzos. Nunca olvido sus caritas y manitos diciendo adiós, al marcharnos”.
Ahora ya no pelea por Cuba sobre las canchas. Lo hizo durante un tiempo como licenciada en Cultura Física y profesora de baloncesto, en la Escuela de Iniciación Deportiva (Eide) Julio Díaz González, de Artemisa. Procuró enseñarles la técnica, el sacrificio y la disciplina; en cambio, lamenta que las captaciones de alumnos talentosos ya no sean tan pródigas como antes. En la actualidad realiza sus pases, también mágicos, en las aulas: les enseña Historia del Deporte a los chicos de séptimo y décimo grados, hechos y leyendas como la suya, capaces de enamorar a sus pupilos.