Hace años nacieron en la provincia las ferias de fin de semana como oportunidad para la familia de llevar a casa al menos los productos alimenticios básicos para sostenerse durante la semana.
En su concepción inicial era este un espacio también para proporcionar a la familia un momento cultural y hasta deportivo, con la participación de artistas e instructores de Deporte.
Las formas productivas de cada municipio, entidades de Comercio y otras que tuvieran en su objeto social la venta de productos de cualquier índole, debían concurrir a la feria, con tal de que ese día los habitantes salieran de allí con buena parte de sus necesidades cubiertas.
La pandemia marcó un antes y un después en todos los sectores de la sociedad y la feria no fue la excepción. Llegó incluso a desaparecer por ser espacio aglutinador de multitudes, algo prohibido necesariamente en bien de la salud.
Sin embargo, a tres años de la normalidad y de la vuelta a las ferias, no todos los municipios han logrado consolidar este espacio y lejos de mejorar se percibe incluso un declive en algunas localidades, totalmente injustificado si analizamos las potencialidades de esos municipios.
Feria en Artemisa, el ejemplo
Bien surtida amaneció el domingo 13 la Feria Agropecuaria de Artemisa, como sucede casi todos los fines de semana. Productos como la yuca y el boniato que durante un tiempo mantuvieron precios por encima de los 40 pesos la libra, se vendieron a 15 y 20 respectivamente, haciéndose más atractivos por la calidad que exhibían. Lo mismo pasaba con el arroz, que llegó a alcanzar en la feria un precio de 200 pesos por libra y este domingo oscilaba entre 140 y 170. En el caso de la malanga se ofertó a precios entre 80 y 120 pesos la libra, de diferentes tipos y calidades.
No sucedió así con el plátano, también de calidad y quizás el más abundante en las tarimas, sin que por eso hiciera competencia. Se mantuvo invariable el precio de 18 pesos la libra.
No corrió igual suerte la calabaza, que siendo muy poca la oferta, se vendió a 25 pesos la libra, aunque distaba mucho su calidad entre una y otra tarima y era ese día uno de los productos que más demandaba la población.
Muy positivo el trabajo de su administradora Sarelys Morales Suárez, fuera todo el tiempo del área de oficinas, verificando precios en tarimas, pesajes correctos y sin detenerse daba explicaciones a vendedores y compradores. La acompañaba en esta ocasión y como ya es habitual la directora de Comercio en el Municipio, Liam Janet Prieto Reyes. Más importancia adquiere el trabajo de ambas, teniendo en cuenta que a esa hora todavía no estaban en la feria los inspectores de turno.
Este periodista fue testigo del efectivo requerimiento de la administradora a uno de los vendedores que pretendía vender cebollas a 200 pesos libras cuando el tope es de 150.
Según opiniones de un grupo de asistentes a la feria, aún cuando se venden la mayoría de los productos a precios topados, estos no se corresponden con las posibilidades que dan los salarios medios, a lo que se suma que algunas mercancías mantienen el precio sin importar que ya perdieron calidad.

A propósito, es valido resaltar los criterios favorables de varios compradores, acerca de la buena atención y correcto pesaje de las mercancías, por parte de los vendedores de dos Cooperativas de Créditos y Servicios: Flores Betancourt y Sierra Maestra.
Ante la pregunta sobre los precios de venta de la carne de cerdo, igual de cara en la feria que en dependencias particulares, refirió la administradora que ese producto no tiene precio topado, al igual que sucede con el arroz y con las mercancías que ofertan las Mipymes, por lo que son los vendedores quienes deciden sus precios y la entidad se limita al cobro por concepto de la renta del local.
Amén de inconformidades y críticas, no puede negarse que la versión dominical de la feria artemiseña va ganando en organización y capacidad de convocatoria pues ha logrado vincular a actores económicos diversos y de varios municipios, con pro- puestas también culturales que le añaden valor y atractivo.
La cara opuesta
Ese propio domingo, las ferias en San Antonio de los Baños y Alquízar, importantes polos productivos de la provincia, distaban mucho de las potencialidades de ambas localidades.
En Alquízar solo dos camiones, uno de la CPA Cuba México y otro de la Empresa Agropecuaria, con poquísimas ofertas.
En el primero lo más novedoso era la venta de conejos junto a boniato, yuca, plátano y cebollino.
Mientras, las ofertas de la Empresa Agropecuaria se reducían a yuca, malanga a 70 pesos, boniato, plátano y garbanzos, estos últimosa 400 pesos la libra.
Fuera de estas ofertas solo pudimos apreciar un vendedor particular de ají cachucha y pequeños mazos de frijol envainasa 50 pesos.
No sorprende entonces el criterio desfavorable de muchos y las jabas casi vacías con las que salían de la Plaza 4 de Abril.
Aunque quizás este fue uno de los peores domingos, pues vale anotar el aporte de otras formas productivas como la UBPC tabacalera Felipe Herrera, destacada por su presencia sistemática con variados productos y precios atractivos, lo cierto es que la feria en la sureña localidad hace mucho que dista de las potencialidades de un municipio fértil, con más de una decena de formas productivas, entidades de Comercio y numerosos actores estatales que podrían sumarse con la venta de galletas, refrescos, más ofertas gastronómicas de productos ya elaborados listos para el consumo en la propia área. También Cultura y Deporte se han distanciado de este espacio.
Mientras, en San Antonio de los Baños, el panorama, aunque más halagüeño que en Alquízar, también distaba de la realidad de antaño. En áreas del Parque Camilo Cienfuegos, o Parque de la Iglesia, desde bien temprano diferentes formas productivas y de servicios ofertaron boniato, yuca, plátano y malanga. También se pudo adquirir especias para condimentar y adobos, además de sal, galletas y embutidos.
Muy cerca del lugar la UEB El Siboney, perteneciente a la Empresa de Comercio, ofertó arroz a 180 pesos la libra, un producto con alta demanda entre la población.
En los alrededores de este espacio es común la presencia de inspectores velando porque se cumplan los precios aprobados por el Consejo de la Administración Municipal.
Rosa María Callamo, una ariguanabense asidua a la feria refiere que “ha mermado mucho la variedad en los productos; tampoco han traído más cárnicos, ni huevos”. Recuerda que en los comienzos de esta idea “vendían productos lácteos, masas de croqueta, hamburguesa, siropes y puré pero hace rato no traen nada de eso”.
Raquel León, otra de las habituales, concuerda con Rosa María en que los cárnicos y los huevos son productos de alta demanda, con altos precios en la calle y por esta vía los podían adquirir más baratos. Recuerda haber comprado hace un mes, un cartón de huevos de pato en 750 pesos, un precio fuerte, pero nada comparado con los más de 3 000 que cuestan en el mercado informal los de gallina.
Con aciertos y desaciertos la feria dominical en áreas del Parque de la Iglesia, ha sido un pequeño paso en recuperar la venta de productos alimenticios a la población que vio como la Plaza 26 de Julio, un lugar preparado con todas las condiciones y donde el pueblo diariamente acudía, se convirtió en un local vacío con muy pocas ofertas.
Amén de las diferencias entre uno y otro domingo, las ferias de fin de semana ya son una tradición que, lejos de perderse, debe ganar en fortaleza. Parte de su éxito depende de la capacidad de los gobiernos locales de convocar a todos los productores a concurrir a la feria, para que sea este de verdad un espacio provechoso a donde la familia acuda a saciar la mayor parte de sus necesidades y logre llevar a casa alimentos y productos varios a menor precio, a la par que enaltezca su espíritu también con Cultura y Deporte.
POR ADIANEZ FERNÁNDEZ, DANIEL SUÁREZ RODRÍGUEZ Y JOSÉ ANÍBAL RAMOS TORRENTE