Aunque vive de un modo casi cinematográfico, con efecto fácil para el embeleso de la mente y los ojos en la comunidad de Aspiro, escenario ideal para toda forma de creación, sigue existiendo mérito total en las manos de Miguel Ángel, un artesano que busca en la naturaleza inspiración y materia prima para sus creaciones.
“Mi mundo es la naturaleza y sus elementos:los animales, las plantas, las flores, el agua, las aves. Esto es un lugar muy tranquilo. Para desarrollar cualquier actividad de este tipo tienes que tener tranquilidad para poder pensar, de lo contrario cualquier cosa puede hacer que pierdas la idea. Es como los escritores, cuando la musa baja tienes que aprovecharla y aquí es perfecta la vida para lograrlo”.
Miguel Ángel es un hombre campechano que sin ser natural de San Cristóbal, llegó a este lugar, se enamoró de sus encantos, lo asume como fuente de sus musas y asegura no marcharse jamás.
“Yo no soy de Aspiro, pero desde que llegué a trabajar acá, me asenté en este lugar y me encantó esto. Yo soy natural de Consolación del Sur, pero me enamoré de todo lo que se ve. Para mí la naturaleza es la maravilla. Aspiro tiene su historia, sus encantos, quisiera que todo el mundo conociera Aspiro”.
La evolución en la obra de Miguel Ángel es evidente, aunque no se contenta con lo logrado y exige cada día más rigor a su superación personal. “De niño, cuando hacía mis propios juguetes, inventaba carritos con madera. Yo he ido creando mis propias herramientas, me hice un calador rústico con un compresor, un dremel que trae varias lijas y varios accesorios y te permiten trabajar con más facilidad.
“Algunos instrumentos me los he inventado, de los accesorios que se van adaptando porque como no se encuentran, uno puede a través de Internet ver cómo se hacen. Siempre pienso, me falta un poquito más. Antes de hacer cualquier pieza, me preparo y siento que lo logro mejor”, asegura.
Lo decorativo y lo utilitario se combinan en sus piezas, lo hacen el color, lo armónico y la sobriedad, pero el resultado es siempre grato. Las temáticas y motivos surgen por lo general de la naturaleza, aun-que puede aflorar también lo mitológico.
“En mis piezas siempre me gusta el color, porque cuando tomas la madera y vas mezclando diferentes colores, eso te define la pieza y sí se nota, resaltan las tonalidades; depende de la pieza que hagas y la intención que tengas. La tarasea es la técnica que más me gusta o la intarsia, porque es por pedacitos. Utilizo mucho recortes de cedro y majagua, acacia, jocuma, el nogal (que es una madera negra), la palma real también, que con sus vetas definen los colores. Hay muchas maderas que también dan el color que buscas”.
Mientras, él ha encontrado en el vuelo del parapente otra afición. Dice que desde lo alto del monte también piensa en el futuro. “La idea mía es materializar un proyecto, porque yo siempre he soñado que puedo poner mis conocimientos en función de otros que quieran aprender, poder transmitírselos a los niños, por ejemplo.
Le digo a Esperanza, mi promotora, que podemos hacer un proyecto con las escuelas, un círculo de interés y otras actividades. ¿De la escuela a la comunidad? Así creo que se llamaría. Estaríamos trabajando con todas las escuelas del consejo popular.
Que lo bello siga brotando entonces de las manos de Migue y el mundo siga siendo llevadero, visto desde aquí, el sitio elegido por él, donde el ambiente y el paisaje parecen creados para aliviar el espíritu.