A un hogar pequeño y simple, llegamos en busca de un hombre centenario con una historia de la que jamás podrá olvidarse Cuba. Nos recibió su hija y nos presentó a sus padres. Educación y humildad primaron en todo momento durante la conversación, de esas que dejan pensando sobre las realidades que tenemos y nos retan dentro de una nación con tanta épica.
Vidal Márquez Reinoso, conocido como Papo, tiene 103 años y es capaz de recordar y compartir muchas de las cosas por las que vivir vale tanto la pena, pese a todos los contrastes que a modo de emociones nos depara la existencia.
“Yo nací el 28 de abril de 1921, y me inscribieron en el año 31 del siglo pasado, con diez años de diferencia, en Bahía Honda, por esa zona donde estaba el Regis- tro Civil de Las Pozas, que estuvo cerrado durante mis primeros años de vida.
“Soy un hombre como cualquiera. Cuando pude empezar a trabajar quemaba carbón y llevaba los mandaditos para la casa. Un buen día venía des- pués de coger los mandados y me los rompieron los guardias de Batista. Aquel desgraciado me dijo:
¿No te gustó? Si no te gustó, mira esa matica de mango, qué buena está para guindarte. Y de esas, podría contar muchas otras anécdotas por las que luego decidí ser miliciano. Me dedicaba a trabajar en el campo, pero me convertí en combatiente de Lucha Contra Bandidos (LCB), entre las mejores decisiones que tomé.
“Me incorporé junto a mi familia. Todos fuimos combatientes del ejército antes; mi familia era revolucionaria y estuvo en el monte con Fidel.
“Me escapé del asesino que había por aquí, casualmente, porque le dijo a la mujer mía, ‘Dile a Papito que cuando yo pase por aquí no lo quiero ver, si lo veo, que se prepare’ y me le escapé”.
Papo combatió a las bandas contrarrevolucionarias en las lomas de Pedrales, San Diego de Tapia y toda esa serranía norte. “Borja era el jefe de batallón; yo estaba en la compañía número dos. Nosotros atrapamos muchos alzados, entre los más famosos estaba el conocido como Caralinda, pero su nombre era Pastor Roda.
“También había un preso, pero resultó ser de la Revolución y pidió que lo mandaran a combatir con nosotros, ayudarnos a combatir. Y ahí se ganó la libertad, porque fue quien atrapó a Pedro Sánchez, uno de los alzados más peligrosos que había”.
Papo conoció personalmente a Ernesto Che Guevara: “Fue en la Cueva de los Portales. Todos los días, a las seis de la mañana, llegaba y lo recibía yo en la posta número 1. A los tres días de yo estar con la misma ropa, le llamó la atención y me preguntó si yo no tenía ropa que ponerme; le dije que sí, pero quiso saber por qué no la iba a buscar para ponérmela y le respondí: Comandante, porque no puedo descubrir la posición. Aquello paró en que me regaló una muda de ropa de él. No sé cuántas veces me quisieron hacer negocio por esa ropa, pero qué va, se me acabó a mí de tantos años de uso.
“Ahora miro atrás todo lo que viví y solo quisiera tener 20 años más de vida, o bueno, de menos, para seguir ayudando a esta Revolución. Mi última gota de sangre, quisiera darla por ella”.