Corresponde a las granjas de la Empresa Avícola Artemisa garantizar el huevo de la canasta familiar normada a los más de 400 mil consumidores diarios que tiene el territorio.
Para cumplir con este encargo, de las granjas artemiseñas han de salir mensualmente alrededor de dos millones de posturas, si se entiende que la cuota mensual, por consumidor censado, es de cinco unidades de la proteína. ¡Todo un reto en los tiempos actuales! Basta con percibir los niveles de demanda alcanzados por el producto y los exorbitantes precios adquiridos en el mercado informal, que oscilan entre los 2 500 y 3 000 mil pesos por un solo “cartón de huevos”.
La problemática está asociada, sobre todo, a las dificultades para adquirir alimento animal que enfrenta el sistema de la Agricultura cubana y los frenos que ello impone a la producción avícola, dejando un saldo negativo en los bolsillos de quienes se empeñan en atesorar en sus lacenas el alimento increíblemente versátil y nutritivo.
Si bien son ciertos los entuertos que ha de esquivar Cuba para importar el 99 por ciento (%) de las materias primas que se usan para la elaboración de los piensos, con un alto costo en el mercado internacional; las historias en torno al programa de la avicultura no hablan solo del incumplimiento de los planes y de deudas con la población.
Manos fuertes de mujer
La historia de Elvia Bofil Veamonte, trabajadora del Colectivo Laboral Agropecuario Manuel Ascunce Domenech, es un testimonio de dedicación, sacrificio y compromiso con la labor diaria. Por más de 27 años, sin menoscabar el cuidado de la familia, esta cubanísima mujer se ha entregado con esmero a la atención de grandes poblaciones de gallinas ponedoras.

ANTES DE LAS SIETE de la mañana, Elvia comienza el ajetreo en la nave / Foto: Giselle Vichot Castillo
Su trabajo implica la activación de cajuelas, revisar y cuidar los animales, garantizar su alimentación e integridad, mantener la limpieza de las instalaciones, y colaborar en la habilitación y reparación de las naves.
Por tanta entrega el pasado 8 de Marzo el Sindicato Nacional de Trabajadores Agropecuarios, Forestales y Tabacaleros en Artemisa decidió reconocer su valía.
Apunta que no tiene una fórmula específica para sobresalir en el trabajo. En cambio, hace hincapié en el cuidado, el amor y el sentido de pertenencia hacia sus labores en la granja. Cuando habla compara la crianza de las gallinas con la delicadeza y el cariño que deben recibir las mujeres. “Solo así obtendremos de ellas lo que tanto anhelamos: el huevo”.
“No tenemos días festivos. Cuando un temporal nos acecha, debajo de las fuertes ráfagas… aquí debemos estar para salvaguardar los animales”. Siente que en esos cuidados elementales no solo está el cumplimiento del deber, sino su compromiso con el pueblo que espera ansioso por el alimento. Los últimos tiempos han sido desafiantes. El colectivo se recupera de un 2023 donde apenas sobrepasaron los 6 millones de huevos. Mientras, trabaja en la reparación y mantenimiento de las áreas de producción para recibir un total de 64 mil pollitas, cuyo cuidado impulsará la adquisición de posturas con destino a la canasta familiar normada en la provincia y el consumo social.
En un colectivo esmerado
Basta con una sola visita a Domenech para captar el ambiente de esfuerzo y responsabilidad. Bien saben los 32 trabajadores de este recientemente creado Colectivo Laboral Agropecuario lo que es trabajar duro y adaptarse a circunstancias cambiantes para poder sostenerse.
Es admirable ver el esfuerzo y la dedicación que ponen en el trabajo diario, incluso en medio de desafíos y condiciones complejas.
Bajo la guía acertada del joven Alexis Naranjo Llanes, su jefe, los trabajadores experimentan los beneficios de la optimización de la fuerza de trabajo, que ya se traduce para ellos en salarios superiores a los 7 000 mil pesos mensuales.
Todos vinculados directamente a la producción se dividen en dos brigadas: los dedicados a la atención de las gallinas ponedoras y, en la otra parte, los responsables de la producción agrícola.
Con perspectivas de ampliarse, cuidan 2,5 hectáreas de cultivos con vistas al comedor y la venta a trabajadores. En el momento de nuestra visita tenían sembrado calabaza, boniato, plátano, maíz, acelga, tomate y hasta se preparaban para la cosecha de papa.


UNAS 2,5 HECTÁREAS de cultivos son atendidas por los trabajadores / Foto: Cortesía de la Empresa Avícola
“Nuestros trabajadores adquieren a precios módicos unas 30 libras mensuales entre viandas, vegetales y hortalizas; asimismo, la crianza de cerdos de capa oscura nos permite entregarles dos veces al año (julio- diciembre) diez libras de carne y abastecer el comedor”, explicó Naranjo Llanes.
Además, tales producciones les abre el camino hacia el intercambio con otras unidades y el aporte a la Empresa, la venta a mercados agropecuarios y el consumo animal.
Sin desviar la atención de su objeto fundamental, que es garantizar el huevo en la mesa de los artemiseños, estos hombres y mujeres son dignos ejemplos del trabajo en equipo, resiliencia y compromiso con el bienestar colectivo. Un verdadero ejemplo de cómo la agricultura puede ser más que un trabajo, una forma de vida colaborativa y sostenible.