La heroicidad es cuestión de absoluta simpleza cuando una acción común nos eleva la categoría de salvadores. ¿Qué es un donante de sangre, sino dador de vida a seres desconocidos a quienes marcan y mucho los frutos de su bondad?
Ahora mismo parece que pocos anhelan sentir el sabor de la hazaña cuando el brazo se extiende y comienza en simple paso la proeza de salvar. Donar sangre es una práctica voluntaria y así será, pero semana tras semana se trabaja en cada municipio de la nación en búsqueda de formas para sumar a más y más personas a una causa imprescindible.
Inquieta saber a cuánto descienden las cifras de aspirantes a tan sublimes gesto de humanidad. Se dice cifras y resulta frío, porque se trata de cuánto menos se puede influir en la salud de gente a la que en ello les va la vida, de la tranquilidad de un hijo o el alivio en los pesares de una madre.
Mientras el tiempo corre y poco se percatan, con frecuencia un consultorio médico o miles sobre esta isla, son escenarios de movilizaciones de personal y recursos por la obra irrenunciable de la donación.
Ya no son tantos los que acuden, se engrandece el valor de las voluntades que permanecen, y aunque profesionales de la salud y líderes del barrio asumen una responsabilidad que les pertenece, es la conciencia individual y colectiva, la clave para rescatar la más útil tradición en un país que precisa como nunca antes asumir la cubanía más allá de la guaracha y los clichés.
¿A caso no presumimos los cubanos de ser gente buena y solidaria? Hagamos honor a las cualidades que se han ganado a fuerza de años sintiendo placer en la posibilidad de dar y compartir cosas que no cuestan nada y marcan diferencias. ¿Cuántas enfermedades y emergencias se combaten con la sangre que une para siempre un ser a otro?
Patologías de todo tipo y sus complicaciones. Desde el dengue y el cáncer hasta las más raras o comunes. Basta una cirugía de cualquier índole para que se imponga la presencia en un salón, de la sangre compatible.
Un proceso tan natural como el parto y ahí también se precisa, por la seguridad de la madre en medio del alumbramiento. Ante el infortunio de los accidentes, ante todas las evidencias que apuntan a la necesidad imperiosa de donar, pensemos la inmensidad del beneficio que genera y lo poco que nos resta.
Cuesta mucho lograrlo en estos días, pero siguen llegando bolsas llenas a cada hospital sin que nos cuestionemos cómo.
Son tiempos de crisis y es hora de probar con hechos cuánto bien podemos hacernos todavía a nosotros mismos desde la simpleza de la voluntad.



