A Dagnelis García la encontré agotada a las 11 de la mañana. Estaba terminando de limpiar su portal en la comunidad El Mirador, Consejo Popular Cayajabos, en Artemisa. Sujetaba aquel instrumento de limpieza casi con ganas de llorar mientras miraba la casi gota de agua que le quedaba en el fondo del cubo, y se aferraba a ese poquito como si fuera la última que le dieran en el desierto.
Unas 1516 personas viven en el poblado, según cuenta Maydet Vega Pérez, la delegada de la circunscripción, quien refiere: “esta comunidad nació como una iniciativa de la Empresa Porcina, que levantó viviendas para sus trabajadores”. Pero con el tiempo, la comunidad se ha renovado. Muchos han decidido marcharse porque el problema del agua les llevaba la vida.
“Cada 15 o 20 días hay que comprar una pipa de agua. ¡Mil quinientos pesos! Yo soy recepcionista, aquí en la casa hay dos niños, es imprescindible. Casi que trabajamos para comprar agua, pero ¿qué remedio?”, me dijo Dagnelis, con una voz de quien ya se resignó.
Retrato de una comunidad sin agua
Tal como es Machuca la historia de una comunidad que todo lo “resuelve” con agua, El Mirador pudiera ser el ejemplo de resistencia a vivir sin el preciado líquido.
“¡Ay periodista! Agua no sale por la tubería de mi casa desde hace cinco años. La última vez, aún Pino, el que trabajó en el rebombeo, estaba vivo. ¡El pobre, se la pasaba haciendo inventos para ver si llegaba el agua a la comunidad!”, recuerda Zoraida Morales Pacheco, de 73 años y con cuatro décadas viviendo ahí.

Zoraida comenta sobre los reiterados intentos por llevar el agua a esta comunidad / Foto: Otoniel Márquez
La pipa estatal encargada de abastecer esta comunidad que acumula quejas y más quejas en torno al ya eterno problema del agua desde hace 30 años, no es suficiente.
“Ayer le tocó a la escuela. Hoy les toca a los encamados de allá abajo. Después de eso tiene que empezar por el primer edificio de la entrada, es decir, que más o menos hasta dentro de siete u ocho días no nos debe tocar a los vecinos de los edificios del centro”, me explica Zoraida.
“Eso sí, cuando viene la pipa podemos llenar todos los depósitos que tengamos. Porque al final, de que nos toca a que vuelve a tocar pasan entre 15 y 20 días, ni llenando tres tanques alcanza”. Pone punto final y suspira, porque hablar de agua donde no hay, produce un agobio de más.
Y, aunque el problema mayor es aquí, los alrededores no lucen más húmedos.
“En La Carolina desde hace 15 o 20 años no tenemos agua tampoco. Yo empecé comprando las pipas de agua en 200 pesos, luego 300, y ya no sé desde cuándo tenemos que pagarlas en 1 500 pesos… y hasta 2 000. ¡Y hay que pagarlas porque sin agua no se puede vivir!”, cuenta Patricio Rodríguez Sosa, vecino de este poblado.
“Antes en la casa éramos cuatro personas, ahora somos solo dos y dura un poquito más. Realmente yo he mejorado mi situación con el abasto de agua, pero todos los vecinos no pueden decir lo mismo. Esto es como una comunidad olvidada: ni agua ni teléfono. Por ahí detrás pasan unos cables telefónicos que comunican un poblado militar, pero a esta comunidad no llegan. No entendemos por qué. Pero bueno… Hay que tener esperanzas”, dice.

Viejo y reiterado problema
Maydet Vega Pérez es la delegada de la circunscripción 51 de Artemisa. Su tarea allí no es sencilla, le ha tocado a ella tratar de solucionar una queja que ha persistido a cuatro mandatos de la legislatura gubernamental cubana.
“Solo en El Mirador tengo 379 viviendas, que reúnen poco más de 1 500 habitantes, con un gran número de niños y personas de la tercera edad. Entonces, esto último complica aún más el tema del abasto. Casi todas las tareas de una casa requieren agua.
“Esta comunidad ha sufrido ese problema por años, y aún sabiendo eso, se construyeron ocho edificios más, lo cual contribuyó a agudizar el problema del abasto de agua. No obstante, se hicieron múltiples intentos, y si bien hace cinco años algunos vieron agua en la parte de abajo del pueblo, hace un año, en la última prueba, solo llegó a dos o tres casas.
“Es como un misterio. Hace un tiempo en un estudio que se hizo en la comunidad, de 60 litros por minuto que bombeaban, solo llegaban 23 litros a Cayajabos, sin salideros ni nada.
“Esperamos que la nueva instalación de rebombeo que se instala en La Carolina, sirva para solucionar viejos problemas que tienen estas comunidades. Al menos El Mirador, pues San Isidro no se beneficiará con este proyecto. Allí la idea es perforar el pozo y poner un elevado que servicie las aproximadamente 25 viviendas de ese asentamiento”, añadió la delegada de la comunidad.
Luz al final del túnel
En un trabajo de 2021 publicado por esta periodista y en este medio de prensa, Tomás Acosta Falgueiras, director municipal de Acueducto, aclaraba que con la instalación de unos tazones que se le pondrían a la bomba se rebombearía el agua desde Cayajabos para que llegara hasta El Mirador y quedaba solucionado el problema.
“Esos tazones se instalaron, pero la bomba era de poca potencia y no dio resultado. Así que tuvimos que mantener las pipas, ahora una que está contratada con una Mipyme es quien le servicia el agua a esa comunidad”, explica Acosta Falgueiras.
“Sin dudas el mayor problema de abasto de agua que tiene el municipio Artemisa es El Mirador”, asegura Falgueiras y razón no le falta, pues no es solo el más malo del municipio “aunque hay serios problemas en algunos sitios de la provincia, puedo decir, que la zona de El Establo y El Mirador tienen la peor situación de abasto del territorio”, dijo Jorge Luis Cobas, director provincial de Acueducto y Alcantarillado, en una entrevista para este medio.
Por eso enrumban toda la esperanza en la nueva instalación que forma parte de un programa gubernamental que promueve el cambio de matriz energética en las bombas de agua, a partir de la instalación de paneles solares. “Estos sistemas traen además bombas nuevas, como la requerida para rebombear el agua desde la cisterna de La Carolina hasta El Mirador.

Patricio es uno de los vecinos de La Carolina que se beneficiará con la instalación de los 30 paneles / Foto: Otoniel Márquez
“No obstante, para que llegue el agua ahí no basta con esta instalación. Lograr que lo implementado en La Carolina trabaje bien, requiere el funcionamiento al ciento por ciento de las fuentes de abasto ubicadas en Cayajabos y Los Blancos, en ambas debimos hacer una reparación capital a las bombas que tenían instaladas y dotarlas de mejores prestaciones”, apuntó Cobas.
“Esta tecnología perteneciente a una compañía alemana de bombas híbridas, que funcionan con el panel solar y si lo requieren se conectan a la red eléctrica, incluye estructuras y componentes de instalación y puesta en marcha y, una vez el agua esté en la cisterna de La Carolina, el sistema debe rebombear aproximadamente unos 10 litros por segundo, suficiente para abastecer El Mirador.
“La instalación de los paneles solares corre a cargo de la sub contratación de la división de Copextel S.A en Artemisa, el resto de las conexiones las hacen los propios técnicos de Acueducto. Existen buenas experiencias en 17 sitios de la provincia que padecían de serios problemas de abasto y hoy tienen una situación diferente. En El Mirador, no será distinto”, señaló Cobas.

Las conexiones las hacen los propios técnicos de Acueducto / Foto: Otoniel Márquez

Tomás Acosta Falgueira, director muncipal de Acueducto y Alcantarillado / Foto: Otoniel Márquez
Lo cierto es que, entre planes, proyectos y proyecciones, viven los vecinos de El Mirador en un completo desgarro monetario que les implica, en medio de la compleja situación inflacionaria, además, tener que comprar agua para cubrir sus necesidades entre un servicio y otro de la pipa estatal.
Por eso sus manos también han apoyado en la instalación de La Carolina, pues comparten la esperanza de que el agua llegue y se convierta en la realidad de Dagnelis y otros vecinos… Eso aliviaría la vida de quienes en medio de las tormentas han debido salir a recoger un poco de agua para días venideros. Treinta años sin agua, es demasiado tiempo.
