Erly Casanova convirtió el Estadio 26 de Julio en un solo corazón. Susana, la esposa que vivirá siempre en su pecho, lo vio lanzar para ella. A Artemisa le emocionará por siempre su hazaña. Hasta sus rivales quedaron conmovidos ante el amor que enriqueció su maestría sobre el box.
Cuando los artemiseños más necesitaban una victoria del equipo, la entregada por su héroe fue menos importante que la hazaña del hombre, ese capaz de domar saurios feroces y dejar escapar sus lágrimas al final.
Ya no es solo uno de los mejores pícheres de la pelota cubana actual, sino el lanzador que aman por ser titán y humano a la vez. Él cumplió la palabra de Cazadores, la del “el mañana será otro día”, pese al dolor que lo carcome aún.
Este play off será inolvidable. ¡Cuántas hazañas! ¡Cuánta entrega! ¡Cuánto amor!
Fueron siete ceros consecutivos a los temibles bateadores yumurinos. Cinco ponches, una base por bolas y ocho sencillos bien diseminados. Profesionalidad y respeto por la camiseta de quienes lo integraron al conjunto. Rectas, tenedores y una motivación celestial. Yo sé que Susana sonreía feliz desde la gloria.
Sin embargo, en el octavo episodio, le marcaron dos rayitas. Cuando alguien salió del banco con la idea de pedirle la pelota, lo vi espantarlo con un gesto determinado. Y no defraudó: fin de la rebelión.
Como el diestro de más de cien éxitos no iba a poder hablar en la conferencia de prensa, Yulieski González reveló a este periodista las circunstancias en que tomó la bola.
“Habíamos acordado que pichara mañana. Pero le dije que lo necesitaba y le pregunté si podía ser hoy. Y me dijo ‘profe, cuenta conmigo; no tenga preocupación, que yo voy a lanzar ese día’.
“Es un pícher excepcional, pero ha demostrado una calidad humana sin comparación. Al terminar el octavo inning, le pregunté cómo se sentía, si ya concluía, y me respondió ‘no, profe, se quedó la batería en Rusney; voy a subir de nuevo. Yo le tuve toda la confianza del mundo; si él llevó el partido hasta ahí, en derroche de coraje, lo más lógico era que lo terminara él mismo”.
Dice el gran José Manuel Cortina Martínez —el entrenador de picheo, el profe de todos— que lloró en silencio, ante la soberbia demostración de Erly, el valor y la inteligencia extrema. “¡Un abrazo por moverle el corazón a todos tus pinareños y a los hermanos artemiseños!”
Nadie reclamará líneas que no sean para el número 52: ni el 44 (Cepeda), que jugó con un esguince e impulsó la primera; ni el 24 (Dayán), que remolcó otra; ni el 9 (el jardinero derecho Luis González), que enfrió a un corredor en la goma; ni los yumurinos de los cinco doble play.
Hoy, con la final empatada a dos, todavía se hablará de esta victoria 3-2 sobre los Cocodrilos de Matanzas. Quienes tuvieron el privilegio de verla, dirán que un bravo guerrero con lágrimas en los ojos mantiene viva la fe en ganar la II Liga Élite del Béisbol Cubano.