Al concluir 2023 nadie dirá que ha sido fácil. Todos hemos perdido algo. Algunos besos o abrazos, otros instantes de intimidad, sonrisas o apretones de manos. Hay quien perdió la tranquilidad y el sosiego, la salud o la paz, y otros, -diría yo, que los más desdichados- perdieron la vida. Ahí sí no hay consuelo, salvo el tiempo.
Habrá quien siga esperando a mañana para ser feliz, quien guarde aún en su closet la ropa nueva, pues no llega la ocasión para estrenarla, conserve fotos viejas en las cuales se ve más joven o más delgada, ¡y entonces!, mirarse al espejo ¡hoy y ahora! no es la preferencia.
Habrá quienes almacenen un vino intocable, para tal vez un día, o tengan añejas las cervezas en su depósito individual, en busca de la persona o la hora perfectas, en espera del quinto aniversario, la familia completa o de las Lunas de Miel.
Habrá quienes no pueden separase de la pantalla del móvil, pues a unas millas tienen la “felicidad”, y no calculan que esa mirada directa y cercana, ese bullicio sensible y humano de gente de barrio, esa personita capaz hacer de una jornada las mil y una noches, también se nombra felicidad.
Habrá otros, en cualquier cuarto oscuro o esquina inmóvil, creyéndose eternos, dejando de sumar días a su vida, entretanto, la verdad es que la vida resta días; el de ayer, ya no regresa más.
Se acaban los 365 días de 2023. Y, ¿a quién diste la mano en forma de ayuda?, ¿cuántas veces reíste?, digo a carcajadas. ¿Cuántas veces te caíste, pero te levantaste también? ¿Con quién soñaste, sin embargo, no te atreviste a decirle? ¿A quién hiciste feliz?
Sincérate con aquella lista de finales de diciembre, 12 meses atrás, ¿qué cumpliste, qué volverás a anotar en esta, y qué superaste con la compañía de tu gente, de la familia, los vecinos, los amigos, los colegas?
Pues, ojalá hayas conocido de vivir, la plenitud; de dar, como lo que más ensancha el alma, de mirar hacia adelante como el primer paso, en cualquier camino; de ser y estar, como lo importante. Lo demás existe, ¡claro!, pero queramos o no, es en segundo plano.
Se acaba el año que debía ser mejor como todo tiempo futuro, pero digamos que el destino nos ha jugado una mala pasada; esa que algunos lamentan a cada instante, y otros asumimos para crecer y juntar, para aprender y aprehender, para hacernos más fuertes y si es preciso, para volver a empezar.
Mira a tu lado, incluso hacia el frente, a centímetros de ti toca la mano y detente en los ojos más cercanos, tal vez sean los de tu madre o los de papá, o pueden ser los de tu hijo, o tal vez sean los de tu pareja, tu jefe, tu sobrina, tu colega, tu vecina o el amigo.
Lo importante es que están, y merecen bendecirse un nuevo año. Bendecir la fortaleza por vencer la compleja prueba que sabemos fue el 2023, y el año anterior, y el que le antecedió, y así el resto, en retrospectiva; años en los cuales muchos obtuvieron 5 puntos, con asteriscos o no; mientras, hay quienes registran baja calificación; pero todos, aprobados al fin.
Felicidades entonces, y gracias. Alcemos cualquier copa, cualquiera capaz de hacernos brindar por la vida, por la familia consanguínea o no, familia siempre; por un 2024 mejor; por las fuerzas imprescindibles para saltar obstáculos, y llegar juntos de nuevo a la mismísima meta de diciembre 31, un año después, tras darle otra vez la vuelta al sol.