De sensibilidad, empatía y constancia comenzó a entender a edades tempranas aquella muchacha de la finca artemiseña El Pilar, cuando aún las faenas entre bordados, costuras y tejidos, daban paso a los primeros oficios en los que incursionaría, siguiendo el camino indicado por la abuela María Antonia, que desde muy pequeña se convirtió en su guía.
En aquel hogar del Central Eduardo García Lavandero, la abuela también le enseñó de valores esenciales a la más pequeña de tres hermanos, que años después, sin renunciar a las ansias de superación que siempre le han acompañado, se formaría como comunicadora social.
Cuando había arribado a las 14 primaveras, Margot, la secretaria de su bloque, no tardó en iniciarla en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). “Desde entonces, me di cuenta de cuán útil podía ser, porque independientemente de la destreza que iba adquiriendo con las manualidades, quería descubrir otros caminos que fuera capaz de emprender”, asegura Nilda Hernández González.
A partir de ese momento estuvo vinculada al trabajo de la organización desde la base. Motivada por cuanto pudiera hacerse a favor de las féminas, a los 27 años decidió dedicarse íntegramente a la Federación. Aquellos primeros pasos como funcionaria en Artemisa, más tarde como instructora y miembro del secretariado, la convirtieron en secretaria general, tarea que también asumió sin reparos y con la mayor voluntad en Güira de Melena, un territorio que apenas conocía y, años después, en La Habana, aten- diendo entonces 19 municipios.
“Cuando nos comunicaron que se multiplicarían Pinar del Río y La Habana y constituirían dos nuevas provincias, resultó impactante en un primer momento y nos preguntábamos, ¿cómo se va a hacer? Realmente, pasábamos mucho trabajo, pues los organismos estaban muy distantes y radicábamos dentro de otra provincia. Había que recorrer unos cuantos kilómetros para llegar a los municipios; era muy engorroso y difícil trabajar así, pero ya estábamos acostumbrados”, confiesa.
Como secretaria general de la FMC se vio implicada directamente en la tarea. “Empezamos a crear los dos grupos de trabajo y a buscar personas para completar cada equipo. Asumí la misma responsabilidad, ahora en Artemisa, siempre con el compromiso de contribuir al crecimiento de una provincia que recién nacía”.
En aquellos primeros momentos, cuando visi- taron los otrora municipios pinareños, iban con muchas expectativas. “Resultaba novedoso para nosotros, por primera vez atendíamos un Plan Turquino, pero desde que llegamos recibimos tanto calor humano, sencillez y humildad, que nos senti- mos a gusto inmediatamente”.
De aquella Artemisa de inicios del 2011 lo primero que le llamó la atención fue la unidad generada entre diferentes organismos. “En nuestro caso, radicábamos junto a otros en un mismo edificio, y más que trabajar cada cual de forma independiente, éramos como una familia, donde cooperábamos y se asumían determinadas tareas entre todos aun cuando no correspondiera”, detalla.
De los momentos que más atesora de las primeras etapas, recuerda los 31 de diciembre, cuando llegaba la máxima dirección de la provincia hasta las comunidades más intrincadas, y se propiciaba el intercambio, o visitaban a trabajadores de sectores estratégicos que ese día debían laborar. Un momento muy significativo, agrega, fue cuando obtuvimos la sede del acto por el 26 de Julio, ocasión en la que se impulsaron disímiles tareas.
“Creo que para todos los que nos sentimos artemiseños es un orgullo muy grande percibir que ya contamos con una provincia consolidada, en la que se ha trabajado muchísimo y se han obtenido resultados, sobre todo, en la infraestructura, de la cual apenas disponíamos; se ha logrado rescatar instituciones emblemáticas; la entrada de la cabecera provincial cambió su imagen; nuestro Mausoleo adquirió mayor connotación…

EN EL MAUSOLEO a los Mártires de Artemisa, uno de los sitios que dintingue a nuestra provincia / Foto: Otoniel Márquez / Archivo
“Contamos, además, con una Zona Especial de Desarrollo en Mariel. Recuerdo cuando se fue a instituir, dimos un recorrido por el lugar donde se crearía; ver lo que era en ese momento y las transformaciones acometidas, nos reconforta. Entonces, te percatas, cuántos momentos importantes de tu provincia has vivido”.
Cuando llegó el momento de liberarla de sus funciones, en marzo del 2018, por el tiempo de permanencia, “cerraba una etapa de mi vida, que me acompañará por siempre”, afirma.
“A mis hijos los crié dentro de la Federación; cuando empecé, José Carlos tenía siete años y, más tarde, tuve a Adlyn. A veces no podía estar con uno de ellos el día de su cumpleaños, pero estaba al siguiente, y cuando no era posible llegar temprano, lo hacía más tarde, pero siempre manteniendo la mayor comunicación. Hoy vivo orgullosa de las personas de bien en las que se han convertido, así como de Nicolás y Adria, mis dos nietos”.
En ese sentido, no puede evitar recordar las enseñanzas de Vilma, que siempre decía: “la educación de los hijos no va en el tiempo que le dediques, sino en la calidad del tiempo que le dediques.
“Tuve la oportunidad de conocerla personalmente e intercambiar con ella. Vilma era un amor en persona, ella hablaba suave, con una voz melodiosa, pero a la vez contundente. Te trataba con tanto cariño, y al mismo tiempo era bien precisa en los criterios que emitía y en las orientaciones. Era una persona que indiscutiblemente debías seguir; no tenía comparación”.
Tras concluir esta etapa de incesante labor en la FMC, Nilda apenas tuvo unos días de descanso. Rápidamente, asumió una misión tan retadora como la anterior, iniciándose como Jefa de Departamento de Atención a la Población en el Gobierno Provincial.

“No es tarea fácil, pero siempre he intentado hacer lo mejor que puedo para que las personas se sientan bien atendidas. Hay muchas limitaciones de recursos y problemas acumulados; uno siempre quisiera resolver y en ocasiones no se puede encontrar una solución inmediata, pero la comunicación es esencial para atender el pueblo. La mayor satisfacción que siento, tanto en esta responsabilidad como en la anterior, es la posibilidad que he tenido de trasladar ese acompañamiento y la palabra de aliento”.
Nilda ya no es la misma de 13 años atrás; Artemisa tampoco. Su provincia ha crecido a la par de ella. “Nunca nos podemos conformar, todavía faltan muchas cosas por hacer, pero se ha trabajado muchísimo. Esas son de las cosas que nos llenan de regocijo y, sobre todo, vivir la historia de Artemisa es el orgullo más grande que podemos sentir.
“No hemos sido pocos los que participamos en la gestación de la provincia, hemos estado desde los inicios dando los primeros pasos, y todavía nos mantenemos trabajando en el terruño, haciendo el mayor esfuerzo por ser partícipes y apoyar desde nuestro espacio para que continué avanzando”.
DURANTE CASI TRES décadas Nilda (a la izquierda) se dedicó a la FMC / Foto: Otoniel Márquez / Archivo