No existían acertijos entre números que no fuera capaz de desentrañar por muy difícil que pareciera; analizarlos detenidamente y encontrar la lógica era todo un deleite, una rutina diaria a la que no escapaba.
Si había una solución que distaba del razonamiento común había que buscarlo, en él era en el primero que se pensaba porque, seguro, Orlando sabría qué hacer, cómo descifrarla y sin objeción alguna te ayudaría, en ese necesario hallazgo, iba también una de sus mayores gratificaciones. Hacer de la Matemática un estilo de vida, una forma de pensar, de hacer el bien y siempre dejar una enseñanza, fue una de sus virtudes.
Orlando Concepción Prieto era un profe de esos que no se olvidan. Siempre tenía a mano un chiste, un cuento, una manera de ir robando sonrisas, de hacer pasar un buen rato a sus compañeros. Aunque gran parte de su vida fue metodólogo, las aulas no le resultaron ajenas, y cada vez que existía una oportunidad, podía contarse con él.
Desde que apenas cursaba la secundaria, el entonces jovencito, que creció en la comunidad marieleña de Tinaja, se convirtió en alfabetizador popular en aquella zona y desde ese momento el arte del magisterio le acompañaría, por lo que al concluir el Servicio Militar no dudó en ser parte de aquel curso de Formación de maestros, que le daría la posibilidad de iniciarse en la enseñanza secundaria en la escuela Dionisio San Román en 1969 y cosechar, en lo adelante, disímiles experiencias en el magistral empeño de educar.
Tras diez años de batalla contra un enemigo voraz, el pasado 15 de mayo libró un último combate. A apenas unos meses de su partida, bien merece que la Jornada del Educador en Mariel se haya dedicado a este apasionado hombre de ciencias, consagrado a la enseñanza durante más de cinco décadas.
No pocas han sido las actividades concebidas, desde exposiciones bibliográficas, conversatorios, festival de clases de Matemática, encuentros de conocimientos, clases demostrativas, hasta un festival de cuentos y chistes, recordando a este gran pedagogo, y en la Casa de Cultura de Mariel, a la que pertenece la más pequeña de sus cuatro hijos, se presenta la muestra 2+2=Orlando, con décimas del escritor Evasio Pérez González, acompañadas de obras de los talleristas de artes plásticas, dedicadas a sus maestros.
Precisamente, Idolia Concepción Pérez, instructora de música, nos acercó a Orlando, desde vivencias tan próximas y familiares. “Un buen maestro, como un buen actor, primero debe captar la atención de su audiencia y entonces puede enseñar su lección, y esa era la táctica. En sus clases se derrochaba toda la buena vibra que siempre transmitía y sus ocurrencias ante cualquier situación de la vida cotidiana que se le presentara.
“Nunca olvidamos lo que aprendemos con placer, y aprender una asignatura como la Matemática, que es compleja, se hacía entretenida y acababas conociendo teoremas, ecuaciones, funciones y conceptos sin darte cuenta. Ni en la casa la dejaba a un lado, y venían muchas personas para que los ayudara, sobre todo, a fin de prepararlos para las pruebas de ingreso al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Mártires de Humboldt 7.
“Mi papá demostró que enseñar es un ejercicio de inmortalidad; gracias a él muchos jóvenes marieleños lograron hacer realidad sus proyectos de vida y convertirse en hombres de bien, con capacidad de abrirse camino en diferentes áreas de estudio. Hoy y siempre estará presente en cada uno de ellos”.

En la Casa de Cultura de Mariel se presenta la muestra 2+2=Orlando / Foto: CORTESÍA DE IDOLIA CONCEPCIÓN