Hace 127 años San Pedro en Bauta se convirtió en un altar a la historia de Cuba. Justo en este lugar el 7 de diciembre de 1896 cayeron en combate contra las tropas españolas el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales y su ayudante Francisco Gómez Toro (Panchito), hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez.
Desde horas tempranas de la madrugada 529 estudiantes de instituciones docentes militares, cadetes, representantes del MININT y las FAR, y un grupo de jóvenes artemiseños y mayabequenses protagonizaron una marcha simbólica hasta el Mausoleo de El Cacahual en la capital cubana donde descansan los restos de ambos revolucionarios para la eternidad.
Sus pasos firmes y agigantados se escuchaban en la tranquilidad del amanecer y eran a su vez un símbolo vivo de compromiso con el pasado en medio del trayecto de 22 kilómetros. Pasos muy similares a aquellos que no dudaron en otorgarle honor y gloria al Titán de Bronce y su acompañante, entre consignas y lealtad.
La peregrinación arribó al pozo de Lombillo, sitio donde fueron lavados los cadáveres y luego se detuvo en la comunidad La Ceiba en San Antonio de los Baños, punto limítrofe con la provincia de Mayabeque. Allí alumnos de la escuela primaria Julio Trigo rindieron homenaje a los revolucionarios junto a sus maestros y profesores, y despidieron a la multitud de jóvenes que parecían indetenibles en la recordación.
Luis Manuel García Varona, historiador del Complejo Monumentario San Pedro reconoció la importancia de volver y recordar una fecha luctuosa para los cubanos, que encierra el heroísmo y el orgullo en nombre de la Patria. «A Maceo le bastó su liderazgo y firmeza para procurar unidad y admiración entre sus compañeros, y a Panchito su fidelidad hasta la muerte», subrayó.
Como una tradición asumida hace trece años por los artemiseños San Pedro reúne al presente de la Revolución, y recuerda a un padre, Máximo Gómez, quien en carta a María Cabrales, viuda de Maceo, expresaba: “(…) A esta pena se me une, allá en el fondo del alma, la pena cruelísima también de mi Pancho, caído junto al cadáver del heroico guerrero y sepultado con él en una misma fosa, como si la providencia hubiera querido con este hecho conceder a mi desgracia el triste consuelo de ver unidos en la tumba a dos seres cuyos nombres vivieron eternamente unidos en el fondo de mi corazón”.








Fotos: Otoniel Márquez Beltrán