Cuando en 1990 surgió el autoabastecimiento de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Fábrica de Pienso Leopoldo Reyes, en San Cristóbal, tal vez, los primeros en surcar aquellas áreas enyerbadas, no imaginaron que —33 años después— ese impulso fuera un aporte imprescindible para la alimentación de los trabajadores en la propia entidad y sus familias.
Un Colectivo Laboral de poco más de una decena de obreros emprende la jornada desde el cantío del gallo, sin horas ni reparos, pues nadie les pintó la tarea como fácil, y sí se habló de necesidad de producir, de la recompensa al satisfacer demandas y multiplicar sus salarios, tal vez como nunca lo creyeron posible.
Es un terreno de seis hectáreas (ha.) cultivables, en el kilómetro 71,5 de la autopista Habana-Pinar, y también cerca de la UEB, atrae el camino despejado de malas hierbas que combina con un ranchón central, levantado con guano, madera, y mucho tesón: el sitio para almuerzos, consejos de dirección y cuanta actividad decida la mayoría.
Así entramos al autoabastecimiento de la Leopoldo Reyes, de manos de Osvaldo Duardo Más, quien desde 1993 llegó para quedarse, y ahora lidera el Colectivo Laboral, entre naves de cerdos, gallinas, codornices, pollitas; rodeado de mango, acerola, coco, mamey, aguacate, guayaba, plátano, arroz, frijol, yuca, boniato… y sobre todo bastante consagración.

Las naves de cerdos son una fortaleza / Foto: Yudaisis Moreno
“Pesa en nuestros hombros la gran responsabilidad de abastecer diariamente el 100 por ciento de los alimentos del comedor, pues la situación del país impide la asignación por el balance de cuanto consumimos. También cada mes vendemos un módulo con productos de la finca, a todo el colectivo, más de 100 trabajadores”, asegura entre compromiso y orgullo.
Donde suda la camisa
“Si no producimos estamos embarcados”, dice Adalberto Castro González, con esa naturalidad común de quien sabe que solo lluvia cae del cielo.
Ese guajiro prefiere no jubilarse aún, a pesar de los años trabajados, se levanta muy temprano, unas veces al tractor y rumbo al surco, otras para alimentar aves, y siempre entre los cerdos, su mayor responsabilidad en el autoabastecimiento.
“También cocino alimento alternativo con viandas de la propia cosecha y pienso de barredura, para dar de comer a los cerdos. Otras mañanas me corresponde sacrificarlos y dar “alegría” al comedor y también a los trabajadores, pues compran unas libras, a precio muy módico”.

La elaboración de alimento alternativo como yogur de yuca es parte sw los quehaceres de Adalberto / Foto: Yudaisis Moreno Benítez
En tanto, también cuentan en su ajetreo las noches de parto, solo él, asegura, “puede acompañar a las puercas en tan sensible proceso”.
Ella atiende 1 700 codornices, más de 1 300 pollitas y unas 750 gallinas, para lo cual le sobra destreza y le alcanza la pasión y el conocimiento.
“Recojo cada día unos 20 files de huevos de las codornices, y otros 25 de las pollitas. Sé del trato diferenciado a cada tipo de ave, de como dosificar el alimento y evitar el estrés; claro, llevo casi toda mi vida de navera, salvo que ahora la diferencia está en las condiciones de trabajo y los beneficios salariales,al ser un Colectivo Laboral”,nos dicecomplacida.
Allí saben de medios biológicos para no perder el verdor de las plantaciones ni darle espacio a plagas, pues tienen contrato con el Centro de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos, de la Empresa Agropecuaria de San Cristóbal; han aprendido cómo juntar aves y cerdos a unas 2 000 tilapias, en un espejo de agua digno de multiplicar por su utilidad y belleza.

Unos 20 files de huevos de las codornices, y otros 25 de las pollitas, se recogen a diario, y una vez o dos al mes se venden a los trabajadores / Foto: Yudaisis Moreno
Moraleja para autoconsumo
Michel Ravelo Herrera, director de la UEB Fábrica de Piensos Leopoldo Reyes, reconoce como una decisión justa la incorporación del personal de la cocina-comedor al Colectivo Laboral, con lo cual están vinculados a la producción y se sienten más estimulados, incluso en lo salarial.
“Ese sitio hoy no tiene límites en cuanto a desarrollo y producción. Fue un campo de tiro, también fungió como el autoabastecimiento del Hospital Comandante Pinares, pero las malas hierbas lo tomaron por asalto, hasta pasar hace 30 años a nuestra entidad.
“Nunca lo dejamos morir, pero hace un tiempo sí le prestamos mucha más atención, siendo prioridad. Aquí se cruza lo nuestro y lo mío, también viceversa. Esa es la esencia capaz de convertir este sitio en imperecedero”.
“A muchas personas, trabajadores, obreros, directivos… les importa “lo mío” pero no “lo nuestro”, y así no avanza el pedacito que nos corresponde, para al final avanzar como país. Solo con voluntad colectiva saldremos adelante”, dice, y resume así, tal vez sin pretenderlo, una moraleja, necesaria para el autoconsumo de todos.