A la sombra de un árbol llegó la pregunta: ¿qué tenemos y podemos compartir con nuestros semejantes? Había que dividirse en grupos y auscultar por debajo del dolor, para descubrir fortalezas.
“Yo tengo un pedacito de tierra donde se siembran frutas y hortalizas”, dijo alguien. “Puedo aportar orientación profesional”, apuntó otra, y así se conformó una lista de posibilidades entre los padres, (mujeres en su mayoría), que integran la experiencia Tu vida es parte de la mía, en Artemisa, iniciativa del Proyecto Palomas.
De pronto Sergio Cabrera Angulo, coordinador general de Palomas, sintió placer por los resultados del encuentro comunitario con familias que acogen a niños y jóvenes con enfermedades neurodegenerativas. Su propósito de transformar la dinámica asistencialista, desde la victimización, proyectada muchas veces por estas personas, empezaba a concretarse, gracias a la alianza con el Goldin Institute,organización norteamericana sin fines de lucro para el cambio social.
“No basta con entregar artículos y satisfacer necesidades materiales; debemos llegar al alma, fomentar la ternura en los gestos, las palabras y la cooperación mutua”, aseguró.
Pero cambiar de una vez la filosofía de la lástima, el falso concepto de la solidaridad “desde arriba”, en espera del favor ajeno, no se logra en un día. Tampoco favorece a nadie, lo sabe muy bien Yamileisis Fleitas, la mamá de Angélica, quien nunca detuvo sus estudios, practica el teletrabajo y abogó por la aceptación del hogar a la prole en situación de discapacidad.
“A veces pedimos a la sociedad lo que nosotros mismos no conseguimos: asumir las enfermedades de nuestro hijos, permitirles el vínculo con los demás, mostrarlos tal cual son.
“Y existen espacios para hacerlo, pues hemos organizado actividades, mientras la Dirección de Cultura concibió el Taller Literario Palabra de mujer y se realizaron espectáculos infantiles durante el festival Artemisa Mestiza”.
Muestras de humanismo se suceden por doquier: Juan Carlos, un campesino artemiseño, les distribuye cinco litros de leche gratuitos, cada semana, a las 17 familias tocadas por el destino y la Empresa Avícola les vende huevos todos los meses a un precio ínfimo; entretanto, varias habitan una vivienda más confortable, tras las reparaciones impulsadas por el gobierno local.
El primer encuentro esparció certezas entre la desesperanza, con el propósito de multiplicarlo hacia una red de personas cuidadoras, anunció Sergio Cabrera.
Ese aliento estimula a Odalys Sauchay, cuando toca asirse a la silla de ruedas de su hija de 27 años con parálisis cerebral discinética. Su incorporación al proyecto le abrió puertas a nuevas formas de ver la vida.
A muchos gratifica más dar que recibir. Hacer por nosotros mismos, saber agradecer, contribuye al bienestar de quienes se imponen al sufrimiento. No conozco otra alternativa