Te dirá que el artemiseño Noslen Díaz y el villaclareño Jorge Luis Alayo quedaron en plata en el voleibol de playa de los Juegos Panamericanos. Si dejas a un frío metal contarte qué pasó en la gran final, no va a decirte que jugaron como leones.
¿Qué sabrán los 280 gramos de cobre chileno y recubrimiento plateado… de la batalla acontecida sobre la arena? En sus diez centímetros de diámetro, será imposible leer que los brasileños George Souto y Andre Loyola eran los favoritos, por estar ubicados en el número cinco del ranking mundial, pero solo pudieron vencer por 15-13 en tie break.
A su grosor de ocho milímetros no le cabe tanto coraje de la dupla de jóvenes cubanos de 21 y 22 años de edad, capaces de imponerse en el segundo parcial (21-19), tras caer en el primero por 12-21.
Muchos coinciden en que las medallas están preciosas, y quienes suben al podio se llevan un pedazo de tierra chilena, de donde procede el cobre, principal recurso natural del país sede. Sin embargo, esas preseas no pueden contar cuántas veces los de la mayor de las Antillas remontaron desventajas y empataron el set.
En los metales que se colgarán al cuello va la identidad, el esfuerzo y compromiso de miles de mineros de la nación sudamericana, esa que vio quedar en bronce a los suyos, a los campeones de la edición anterior.
Y sé que tanto Noslen como Jorge Luis guardarán sus platas como un tesoro, pues llevaron a Cuba de regreso a una final, 20 años después del título conquistado en Santo Domingo 2003, por su entrenador Francisco Álvarez Cutiño y Juan Rosell Milanés.
Al menos, las medallas hablarán de las cinco victorias de los muchachos de Artemisa y Villa Clara, aunque nadie pueda sacarles una información tan valiosa como que apenas perdieron tres parciales en sus seis desafíos.
Solo les arrancaron un set en el tercer partido de la fase clasificatoria, cuando derrotaron a Souto y Loyola por dos parciales a uno, y los otros dos en la final, también a manos de los brasileños.
Habrá un sitio especial reservado para esas platas. Brillarán siempre, aun cuando pierdan el lustre. Pero serán menos locuaces de lo que debieran, para narrar los gritos de aliento de Jorge Luis, sus remates poderosos y las bolas imposibles que defendió Noslen, la bravura y los progresos de una dupla formada hace no tanto tiempo.
Las bellas piezas redondas, confeccionadas por artesanos y trabajadores de la empresa Milled, tendrían que revelar a todos el trabajo hecho por el entrenador Álvarez Cutiño, sus enseñanzas y consejos.
Cuando Noslen hizo el remate que devino en punto decisivo para Brasil, quiso colocarlo donde no había defensa y conseguir la igualada, para de inmediato ir por el oro. Su intención tenía color dorado. Lo sabemos quienes lo vimos alzarse sobre la net. Por eso, no dejes que una medalla te lo cuente. Esa hazaña merece un relato mucho más largo.