Por estos días, y casualmente desde la nombrada Capital de la Cultura de Artemisa, San Antonio de los Baños, una calle a 229 años de creada esta Villa, se vuelve más popular entre quienes consumimos la red social Facebook o caminan el Ariguanabo.
Un mural motiva miradas, sorpresas, reencuentros, anhelos, y por sobre todo invita a repensar, qué aportamos hoy desde el lugar donde estamos para ponerle “color y amor” a nuestra cotidianidad.
Esa calle, en avenida 45, entre 76 y 74, es ahora un árbol con frutos capaces de irradiar en sí un proyecto familiar de artistas y artesanos de la Villa del Humor.
Los ya conocidos como Barro sin Berro, esta vez, dejaron a un lado ese día a día de producciones y ventas, para entrar en el corazón de los niños; para trascender y quedarse entre muchas familias agradecidas; para enseñarles cómo moldear más que un material rudo, su tiempo y su entorno en función de ser útiles.
Nunca más volverá a ser la misma calle, ni tampoco ellos los mismos al estar también en ese pedacito de su ciudad; y de eso, de transformar aunque sea un pedacito del lugar donde andamos, ya sea el laboral o en la barriada, convido desde esta iniciativa ariguanabese, y si sumamos a quienes nombramos “la esperanza del mundo”, crecerá la gratitud.
¡Si, ya sé!, existen carencias, muchas incluso. ¿Qué tal si las ponemos a un lado? Pensemos en los abuelos, tan humildes y pulcros, como corteses y valientes a la vez.
Los recursos son insignificantes e ineficaces los presupuestos, otra verdad que lacera. ¡Desestimémoslos y contemos con la voluntad de todos!
También es cierto que la gente anda malhumorada, ya sea a causa del apagón, por más que se entienda la difícil situación; la cola para cualquier necesidad o el imprudente vecino o compañero de trabajo amargado siempre; pero… si a tanto le sumamos convivir con suciedad y laborar en un espacio desaliñado, la buena vibra sí se nos escapará. Coincidimos, ¿no?
A unos habrá que convidarlos, convencerlos o comprometerlos. Pensemos solo si los 18 000 trabajadores por cuenta propia que tiene Artemisa y las más de 400 Mipymes, un día de la treintena del mes se dedican a su pedacito más allá del espacio físico de producir o prestar servicios, y así dan el extra para el lugar donde crecemos.
A esa lista, nada despreciable, se pueden sumar artistas y creadores, instituciones que laboran a favor del entorno, escuelas de todas las educaciones, organizaciones políticas y también de masas, y cuanto de buen corazón haya, no para criticar sino para hacer. Se contará con una fuerza inestimable!
A otros habrá que cuestionarles, exigirles y controlarles más, incluso no solo puertas afueras, pues Artemisa tiene dentro de muchas entidades un lastimoso panorama, incapaz de creerse el “Buenos días”, al iniciar la jornada.
Y ese pésimo ejemplo, de desaliño y despreocupación, carente de la más mínima limpieza, con sitios oscuros, muebles rotos, ventanas con más lástima que claridad, la constante gotera, los documentos por doquier y el cableado capaz de electrocutar cualquier buen servicio, lo trasladamos a la población, y mucho peor, lo visualizan los más pequeños. ¿Qué resultado esperamos?
No será nunca el de Barro sin berro, el de sentir orgullo al transcender en esa generación repleta de sueños y realizaciones, el de ser ejemplo a imitar.
Ya el hoy nos fue legado, y es cierto, la mayoría vivimos apresurados el presente, pero si camino a casa, junto al precioso mural de Maday y su equipo, cruzamos el charco, la acera con hierbas, el microvertedero, los escombros de cualquier saneamiento por terminar, entre tanto desatino estamos forjando el futuro así de triste y precario, y si buscamos en nuestras conciencias y responsabilidades, todos tenemos ahí nuestra esquina.

De San Antonio, otra esquina / Foto: Anibal Ramos Torrente